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Fue la primera sorpresa de la «nueva época Matas». En las quinielas de candidatos a presidente del Parlament no figuraba Pere Rotger. Los analistas creían interpretar que sería una mujer, pero Matas hizo una jugada desconcertante. Nadie sospechaba que a un alcalde que acababa de revalidar y aumentar su mayoría absoluta se le pediría que compatibilizara la presidencia de la Cámara con la Alcaldía de una gran ciudad. Una compatibilidad que jurídicamente no ofrece dudas pero sí abre algunos interrogantes en el desempeño práctico de ambos cargos. Nadie discute ni el talante dialogante de Rotger -muy apropiado para dirigir la Cámara- ni su capacidad de trabajo, pero lo cierto es que ambos despachos, situados a treinta kilómetros de distancia, requieren muchas horas de trabajo. No obstante, respecto a su predecesor el hecho de contar con una mayoría absoluta holgada le facilitará su gestión.

El hecho de que Matas obligue a este doblete institucional permite reflexionar acerca de las posibilidades que ofrecía la larga lista de candidatos electos del PP. Lógicamente no podía desaprovechar en el Parlament a hombres y mujeres de su entera confianza, como Rosa Estaràs, Joan Flaquer o Mabel Cabrer, que parecen imprescindibles para formar un gobierno fuerte y con experiencia. Descartados otros candidatos como el ex alcalde de Palma, Joan Fageda, que podría haber sido un perfecto presidente pero que ha expresado su deseo de representar a Balears en el Congreso de Diputados, así como otros diputados a los que Matas no veía adecuados para el cargo, se redujeron las opciones. Y así se llegó al mismo día de la constitución de la Cámara. Nadie sabía quién sería el elegido. Ni el propio interesado. Ni los diputados que iban a darle su voto. Todos estaban pendientes de la decisión de Matas, que la retrasó extrañamente hasta el final. Hasta que sonó el teléfono a las siete de la mañana en un domicilio de Inca. Primera sorpresa y no la última del nuevo Matas.