El Any Moll, que ayer concluyó en Ciutadella, ha sido una buena
manera de reconocer la ingente labor lingüística llevada a cabo por
Francesc de Borja Moll y su inestimable colaboración para que la
difusión y el conocimiento del catalán y de sus variantes
dialectales: el catalán de Mallorca, Menorca y Eivissa, fuera más
que un sueño. Pese a que la figura de Moll es harto conocida y su
tarea goza de reconocimiento, es importante revivir su labor para
que la conozcan los más jóvenes y sepan valorar su aportación.
Desde sus textos más sencillos para facilitar el conocimiento
del catalán hablado y escrito a quienes no pudieron aprenderlo por
otras vías, cuando toda la enseñanza se impartía en castellano,
hasta sus aportaciones lexicográficas, la conclusión del
«Diccionari Catalano-Valencià-Balear» y sus estudios lingüísticos
más complejos, conforman un 'corpus' imprescindible por lo que al
estudio de la lengua catalana y sus dialectos se refiere.
Además de haberle dedicado un año entero con todos los actos que
a lo largo del mismo se han desarrollado, es importante que se
establezca una exposición permanente en Ciutadella, localidad
menorquina que le vió nacer, aunque no estaría de más contar con un
recuerdo permanente en Mallorca y Eivissa, que también han
resultado enormemente beneficiadas por la herencia del
filólogo.
Aunque puede que la tarea más importante que debamos realizar en
el futuro sea continuar con el impulso de nuestra lengua, con la
mejora de su conocimiento, con su mayor difusión, con el
establecimiento de los mecanismos precisos para defender todas y
cada una de las modalidades de nuestra lengua. Sin duda esa sería
una buena continuación de la labor desarrollada por este ilustre
menorquín, tal vez la mejor herencia de Francesc de Borja Moll.
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