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Conmocionada aún por la noticia de que, como asturiana, voy a emparentar aún más con don Felipe, recuerdo lo encantado que se mostró el feliz novio en Navelgas, donde nací, la pequeña localidad de montaña que la semana pasada recibió el galardón al Pueblo Ejemplar 2003 que se concede anualmente con motivo de los Premios Príncipe de Asturias. Entonces él ya se sabía un poco más asturiano.
Las fotografías llegadas a nuestra redacción y las charlas telefónicas que mantuve con los amigos de Navelgas lo dejaban claro, don Felipe había dado muestras de haber pasado un agradable día charlando con los vecinos, jugando a los bolos típicos del occidente asturiano, comiendo chosco, pote de berzas y arroz con leche, o recorriendo los lugares más típicos del pueblo como la Casa de Lin de Colás, pionera en el turismo rural, -aspecto por el que se interesó-, de donde no puso salir sin probar las rosquillas de anís que le había preparado Manolita, la dueña. Aquel día pensé que la evidente buena sintonía del heredero con los habitantes del pueblo era lógica porque derivaba del título que ostenta, aunque también sé lo que disfruta siempre que se acerca al Principado. Hoy, tras el anuncio del compromiso con la ovetense Letizia Ortiz, pienso si el Príncipe, que viajó a mi pueblo natal con un secreto bien guardado en el corazón, no estaba allí paladeando el placer de saberse novio de una asturiana y pensando: ¡Ay, si vosotros supiérais!.
Mientras pongo al día mis esencias patrias, -ser periodista asturiana es un valor en alza-, me pregunto si esta tarde, cuando los Reyes acudan al concierto que les ofrecerá Rostropovich en Madrid, no estarán allí los novios. Algunos rumores apuntaban esa posibilidad, que nos mantendrá expectantes todo el día y nos daría un respiro hasta el jueves, cuando se celebre la petición de mano en Zarzuela.
El de ayer fue un día de comentarios en los medios de comunicación sobre lo que, de momento, parece ser una noticia recibido con agrado por la opinión pública. La de hoy, en la agenda de los Reyes, con actos oficiales dentro y fuera de palacio, será una jornada para responder a las preguntas de los reporteros, situación que sorteará el Rey con destreza y buen humor. Hasta el próximo jueves la tensión informativa se ha instalado en las redacciones con un único objetivo, una foto de los novios, que bien nos la podrían ofrecer hoy porque, ¡qué mejor que un poco de buena música para acompañar los corazones enamorados! En el gabinete de prensa de la Casa del Rey los teléfonos echaban humo ayer. Todos buscábamos la confirmación del paso siguiente, una vez conocido el compromiso, pero escasa o nula era la información fresquita que podíamos conseguir. Ni siquiera que la boda será el 24 de junio, fiesta de San Juan, onomástica del Rey y del fallecido abuelo del novio, día también de fiestas populares en muchos pueblos de España. A falta de confirmación, el rumor sobre dicha fecha ha saltado a la calle para añadirse a lo único sabido con certeza hasta el momento, que la boda será al comienzo del verano, antes de que las habituales altas temperaturas estivales asolen Madrid. Menos mal que quedan varios meses por delante para poner a rajatabla la figura, que nunca será tan esbelta como la de la novia, porque se casa mi príncipe de Asturias, a quien espero ver de cerca el día de la petición de mano en los jardines de Zarzuela. Cuando la misma ceremonia tuvo por protagonistas a sus hermanas, don Felipe se mostraba muy tranquilo y contento de que la presión se trasladara a las Infantas. Incluso se permitió bromas ante la prensa cuando se le recordó que era el único soltero de la familia. En un par de días él y Letizia Ortiz concentrarán todas las miradas. ¿Cómo le encontraremos? feliz, seguro; ¿nervioso?, seguro que también porque ha dado un auténtico campanazo, Señor, nos ha dejado noqueados.
Un compañero periodista me contó el pasado jueves que durante la entrega de los Premios Príncipe de Asturias le habían hablado de esta boda. Aunque es un tipo bien informado me pareció todo muy irreal porque nada se había hablado al respecto. «¡Te lo dije!», me recordó el sábado tras el anuncio. Sólo resta que la elección haya sido todo lo acertada que suponemos a su buen juicio y que ningún cadáver regrese del pasado para estropearnos la fiesta.
Mariana Díaz