Aun así, al heredero no le faltaron gritos y piropos: «¡Felipe,
Felipe!», «¡Guapo, guapo!». No hubo tiempo para más. Saludó y se
introdujo en el antiguo Círculo Mallorquín. Lamentos con la cámara:
«Sólo le he pillado de espaldas». Casi todos los presentes,
mayoritariamente turistas y jovencitas, se quedaron allí. No se
movieron durante la hora larga que tardó en volver a salir, con el
deseo de verle otra vez y saludarle. Otros se marcharon y también
hubo quien espetó a su acompañante: «¿De verdad vas a estar una
hora esperando?». Para los que se quedaron, la espera se hizo larga
y se manifestaron algunas de las intenciones de los que se
encontraban allí. Las jóvenes no se cortaban un pelo y cuando veían
un micrófono de televisión no dudaban en acercarse. Una de ellas,
al comprobar que la «alcachofa» era de radio, sin una cámara cerca,
casi suelta una mueca de asco. No obstante, fuera televisión o
radio, los que hablaron ante un micrófono no perdían ni un segundo
en llamar por el móvil a familiares, amigos y conocidos para
detallar medio, programa y hora prevista de emisión: «¡Voy a
salir!», «¡Voy a salir!». Es la fuerza de la comunicación.
La ausencia de Letizia dio pie a comentarios un tanto jocosos:
«Está de baja maternal», «claro, las molestias del embarazo». Sin
embargo, las jovencitas, que animaban el cotarro, se olvidaron
rápidamente de la Princesa y fueron a lo suyo: «¡Felipe, te
quiero!» y un políticamente muy incorrecto «¡Felipe, queremos un
hijo tuyo!». Sin ser malpensados, tal vez la frase quería decir:
«Queremos que tengas un hijo, aunque sea con Letizia», más oportuno
y adecuado. La calle Conqueridor estaba cortada y una quincena de
coches oficiales y policiales copaban la vía. Tal vez por lo largo
de la espera, empezaron a surgir sarcasmos y socarronerías: «Y todo
esto lo pagamos nosotros». La situación era curiosa. Una hora
esperando para ver al Príncipe, pero no puede faltar la puya. Poco
después de las 11 de la mañana, Felipe salía del Parlament y
volvieron los gritos. En esta ocasión, el Príncipe se acercó a los
congregados para estrechar manos. Las jovencitas casi acapararon
todos los saludos. Móviles y cámaras digitales echaban humo. «¡No
me lavo, no me lavo!», decía una de las afortunadas tras estrechar
la mano del Príncipe. Xavi Vives, «cazador» de autógrafos, consiguó
una firma del Príncipe pese a las malas caras de los responsables
de seguridad. Felipe marchó y la satisfacción era general, pero
faltó Letizia.
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