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Las calles de Porrera olían a vino aquella tarde cuando llegamos, porque en aquellos momentos muchos de sus habitantes estaban en plena tarea del embotellado de tan preciado líquido. Es preceptivo confesar que sabíamos de aquella población del Priorat, en Tarragona, como marca del vino que potenció el cantante Lluís Llach, al ponerse al frente de la cooperativa con el fin de animar a los productores y convencerles de la calidad del producto que sale de las cepas que crecen en las empinadas laderas que rodean el pueblo. Sabíamos pues lo del viñedo en los montes, pero no imaginábamos hasta qué punto. «Muchas veces, la gente que trabajaba en las viñas tenía que hacerlo con una cuerda atada a la cintura, para prevenir las posibles caídas por la pendiente», nos cuenta Isabel Vila, una periodista que fue la primera persona con la que establecimos contacto, de forma casual, en nuestro recorrido por las empinadas e irregulares calles del núcleo urbano.

Isabel Vila nos recomendó la página web para conocer algo más del espíritu de la gente de Porrera. «Uno de los episodios más conocidos de su historia fue el ocurrido en 1822, en pleno Trienio Liberal, cuando diversos pueblos de los alrededores se levantaron en protesta por la mala situación económica del país. La milicia de Porrera salió en defensa de la Constitución y se enfrentó a los sublevados, pero en ausencia de la milicia, unos 1.500 hombres de los pueblos alzados entraron en el pueblo e incendiaron todas las casas. Por este motivo, las Cortes Generales declararon a Porrera pueblo 'eminentemente constitucional' y a sus defensores, 'beneméritos de la Patria'. Su historia da la razón por la que se le llamaba a principios de siglo la 'población más revoltosa que ninguna otra en Cataluña', pero su historia nos enseña que también siempre ha sido un pueblo comprometido con todo aquello que signifique libertad».

A simple vista, Porrera es un pueblo pequeño que revela cierto aire de señorío, que no parece propio de lugar tan recóndito. La suntuosidad de muchos de sus edificios podría encajar perfectamente en uno de los señoriales barrios antiguos de cualquier ciudad importante. Isabel nos lleva hasta la casa en la que vive la acaldesa, Mercè Juncosa. No está, pero eso no es inconveniente para que podamos ver el magnífico celler en el que reposa el vino contenido en miles de botellas y barricas. A la alcaldesa, y bodeguera, la encontramos en plena faena de limpieza de botellas en otro celler abovedado que nos recuerda las catacumbas romanas. Al explicarle el motivo de nuestra visita, conocer los pueblos hermanados con otros tantos de Mallorca, en seguida se ofrece de guía para el recorrido por las calles de Porrera. No para de sonreír y de hablarnos como si nos conociera de toda la vida. Pasamos ante el Ajuntament, que debe ser el único en el mundo que carece de todo símbolo o indicativo externo que revele que aquel gran edificio es la Casa Consistorial. Nos muestra la gran puerta de madera, repleta de huellas de clavos que ya no están porque fueron arrancados para ponerlos en la puerta de la iglesia parroquial de San Juan Evangelista. Nos muestra la fachada de la casa en la que reside Llach, en la calle Martí Pol, el poeta que fuera su amigo y autor de muchas de las letras de sus canciones. Y finalmente nos presenta a Salus Àlvarez, actual presidente de la cooperativa y antiguo alcalde de Porrera, el que firmó el acta de hermanamiento con Porreres.

Pep Roig