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Bandera vieja, bronce pulido, maderas barnizadas, honran al capitán.
El viejo refrán castellano se ha transformado y actualizado en esta XXIIIª edición de la regata de barcos de época Conde de Barcelona. Las banderas que flamean son casi nuevas, como si la honra estuviera cambiando y ya no se tratara solamente del trapo al viento como símbolo del país de origen. Pero los bronces, maderas y cabos lucen perfectamente cuidados en las cubiertas limpias.

Augusto Chereguini lleva el Giralda e intenta seguir la saga de autoridad y honra de don Juan de Borbón y aunque su bandera flamea reluciente, él se siente orgulloso de su tripulación, de su timón, de sus bronces. Lo mismo le sucede a Jordi Cabau, capitán del Mercury que aprecia de su velero «absolutamente todo», desde los huinches hasta el palo mayor.

No es el caso de Roman Hummelt, capitán del Bibelot, de bandera alemana, porque según este lobo de mar, las leyes de su país obligan a que la enseña sea nueva.

Ian Robertson, del Snipe IV y Giselher Alhews, capitán del Southern Cross lucen la bandera inglesa bien lavada y planchada y Xisco Pou, capitán del Merengue prefiere su timón como símbolo de un tiempo que perdura en la memoria de los grandes navegantes del Mediterráneo.

Fiel a su cita con el trofeo, el 'embat' hizo acto de presencia en la segunda regata disputada ayer. El recorrido cubría una distancia de quince millas que describía como un arco toda la bahía de Palma, desde Cala Blava hasta Illetes.

La primera embarcación en cruzar línea de meta ha sido el Mariquita. Una vez contabilizado el tiempo real y ajustado con el rating de cada velero, el Mariquita finalizó en primer lugar dentro de la categoría de los barcos de época seguido del Mariette y del Bibelot. El Pesa, que lideraba su grupo, terminó en cuarto lugar.

Oscar Pipkin/R.D.
FotosO.P.