Los profesores de la concertada vuelven a convocar jornadas de huelga para protestar por la «inflexibilidad» de la que acusan a la Conselleria d'Educació en la negociación que llevan a cabo para mejorar sus condiciones laborales. Están en su plenísimo derecho de recurrir a la más extrema de las medidas sindicales "la huelga", aunque las consecuencias de sus acciones repercutan en quienes menos lo merecen: los alumnos y sus padres.
Es bien sabido que los padres están acostumbrados a «buscarse la vida» cuando falla la opción escolar, cosa que suele ocurrir por motivos de enfermedad, por las larguísimas vacaciones estivales, por los numerosos puentes festivos y fiestas de guardar que celebran los colegios. Por eso el trastorno que supone una jornada de huelga en medio del curso no es tan dramático como podría suponerse, aunque a nadie le cae en gracia. Una vez más, los sacrificados abuelos ejercen de niñeras, muchos trabajadores se ven obligados a gastar días de vacaciones y hay quien se ve forzado a realizar toda clase de malabarismos para poder quedarse con los niños en casa.
Servirá de aperitivo a las vacaciones de verano, que están a punto de empezar y que volverán a suponer un quebradero de cabeza a miles de familias. El desfase horario habitual entre el colegio y el mundo laboral es sólo uno de los muchos problemas que el sistema educativo de este país tendrá que resolver en el futuro. Otro es el tema de las vacaciones, desproporcionadamente largas para los alumnos y el profesorado, mientras los trabajadores "padres" cuentan sólo con los consabidos treinta días. Los profesores seguirán luchando por mejorar su salario, pero los padres tendrán que esperar y armarse de paciencia para que se arreglen sus problemas con el mundo educativo.
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