TW
0

s como estar dentro del telediario». «Ves a un metro de distancia a Zapatero, RajoyÂ…». «Es un privilegio y una responsabilidad». Éstas son algunas de las definiciones con las que los diputados baleares «novatos» en las Cortes definen su nueva labor, iniciada en abril en el Congreso, en el que han debutado este año las mallorquinas María Antònia Mercant (PP) y Míriam Muñoz (PSOE), el ibicenco José Manuel Bar (PSOE) y el ciutadellenc Juan Carlos Grau que acompañan a los ya veteranos socialistas Toni Garcias y María Gracia Muñoz, y a los populares María Salom y Enrique Fajarnés.

Lo primero que les delata es buen talante o buen rollito que se ha instalado entre ellos. Fuera de la arena de la discusión política se llevan muy bien. «Estar separados por el mar y sólo poder ir a las Islas en avión o barco nos hace parecer que venimos de muy lejos. Y eso une», aseguran Grau, Muñoz y Mercant. Bar, que ha tenido que irse a la media hora (es miércoles 4 de junio y tiene una comisión de trabajo), señala que el trabajo, normalmente de martes a jueves en Madrid, lo continúa el resto de la semana en el Ajuntament de Eivissa y con el PSOE pitiuso.

Precisamente, Bar no es un novato en la ciudad, en la que vivió a mediados de los 80, pero sí debuta en el Congreso que le impresionó el primer día, en la toma de posesión del escaño, cuando la Mesa de Edad estuvo presidida por Miriam Muñoz, con 26 años, la diputada más joven de la Cámara Baja.

«El primer día me sentí muy impresionado e impactado. A quien entra como nuevo, el Congreso impone mucho. Piensas 'Aquí reside la esencia de la democracia' y esto son palabras mayores. Uno lo vive con mucha ilusión y respeto. Al principio no estás perdido, pero tienes los ojos como platos. Todos los personajes que has visto durante años en la televisión están de repente cerca», dice el ibicenco que vive con sus señorías Grau, Fajarnés y Garcias en el Hotel Charlton, propiedad de un pitiuso.

Un día tipo, sale a primera hora de la tarde del lunes en avión a Madrid y regresa el jueves por la tarde. El resto de la semana trabaja con los suyos en Eivissa. Echa algo de menos a su familia y amigos, pero sobre todo («aunque en el hotel me tratan muy bien») la intimidad de un piso propio «en el que pueda hacerme tranquilamente unos huevos fritos y mirar House en la tele», asegura quien aprovecha el tiempo libre para ir al teatro o visitar tiendas de libros y discos. También añora 30 minutos de sagrada siesta.