Un veterano trabajador del sector de la hostelería en la zona de Santa Ponça hacía un comentario, a modo de sentencia, casi un chiste, que refleja el devenir del sector turístico en los últimos años. La frase en cuestión era la siguiente: «Tenemos un turismo diesel; o sea, que camina mucho y gasta poco». Y lo decía en alusión al gran número de turistas que pasaban por delante de su negocio y nadie se detenía. En Santa Ponça prima el turismo anglosajón. Británicos e irlandeses son mayoritarios en una zona típica de sol y playa.
Severiano Morcillo es desde hace ocho años copropietario del Restaurante Miguel, uno de los locales con más solera de Santa Ponça por su calidad. Así lo acredita su inclusión en las guías gastronómicas más conocidas.
«La temporada va bastante mal "comenta Severiano" con respecto al año anterior». Para sentenciar esta afirmación pone un dato concreto: «El pasado año, por estas fechas, había dos personas más en la plantilla». A pesar de todo, entiende que su negocio se sale de la norma imperante en aquella zona. «Nosotros "dice" apostamos por la calidad y somos el único local de los alrededores que tiene una política comercial diferenciada. Junto a nuestro restaurante hay otros que ofrecen una comida mucha más barata y están llenos, pero no nos interesa ese tipo de turismo. Sin embargo, el nivel de exigencia hacia nosotros no es el mismo que el de este tipo de locales. Lo que está claro es que a menos nivel de servicio, más afluencia de público; tal vez porque el poder adquisitivo de los turistas es cada vez más bajo».
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