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El discurso del Rey para felicitar las Navidades, una tradición que se repite año tras año, ha incidido en esta ocasión de manera muy especial en la necesidad de «tirar del carro en la misma dirección» para salir de la crisis en la que nos hallamos inmersos. Don Juan Carlos, como es habitual efectuó un repaso a los principales problemas a los que debemos hacer frente, con un emotivo recuerdo para las víctimas del terrorismo y una condena sin paliativos de los asesinatos de ETA.

Los dos partidos mayoritarios en España, el PSOE que sustenta al Gobierno de Rodríguez Zapatero, y el PP, manifestaron por boca de sus portavoces su sintonía con las palabras del Monarca. Mientras que los nacionalistas criticaban el encorsetamiento que supone la Constitución, de la que don Juan Carlos hizo una importante loa y a la que defendió como el marco legal en el que deben desarrollarse las leyes que permitan un mayor crecimiento.

La corrección del discurso, pese a estas discrepancias, es considerada por algunos analistas como insuficiente en una situación que es completamente anómala. Pero no podemos esperar en una monarquía constitucional que el Rey vaya más allá.

Se trata de unas pinceladas de aquellas cosas que nos aquejan y aquellas otras que nos sustentan, pero las soluciones deben venir de la mano de los políticos elegidos para representarnos y no de la figura que nos otorgamos en el 78 como máxima representación institucional, con un mero papel de arbitraje alejado por completo del poder político.

Con todo, bueno es que don Juan Carlos nos apunte y dibuje un mapa de la situación y alguna que otra sugerencia de cómo afrontarla. En eso siempre se ha revelado como un auténtico maestro.