Francina Armengol. | Emilio Naranjo

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Pedro Sánchez escuchó con mucha atención a Francina Armengol cuando, una vez más, pero en una coyuntura diferente a la de diciembre, le ofreció la vía balear para sacar a España del atasco. Es decir, un Gobierno presidido por el propio Sánchez con la anuencia de Podemos y de los nacionalistas catalanes y vascos, «siempre que Rajoy fracase en su intento de formar Gobierno». Enseguida Francina obtuvo el apoyo del catalán Iceta y una cierta comprensión -aunque mucho más matizada- del valenciano Puig. Pero el órdago estaba lanzado.

Aparentemente las condiciones objetivas son algo peores que tras el 20-D. Esta hipotética mayoría es más débil que hace medio año en número de diputados, aunque sigue superando la mayoría absoluta. Pero la realidad de este verano es diferente de la del invierno pasado. Podemos recibió un baño de realidad el 26-J y sus dirigentes han comprendido que la política es táctica y ímpetu para comerse el mundo en pocos meses. Por otra parte, los experimentos con Ciudadanos le han demostrado a Sánchez que eso no le ha hecho ganar votos.

Pero la sorpresa mayúscula se ha producido en el ámbito del PP. La oferta de Armengol a Sánchez se produjo en paralelo a la estéril pero muy significativa reunión que mantuvo Mariano Rajoy con Esquerra Republicana en Moncloa. Rajoy juega a jefe del Estado y estableció un turno de consultas contraproducente incluso para los suyos. La caverna mediática madrileña quedó trastocada. ¿Cómo era posible masacrar a Francina Armengol por proponer un pacto de la izquierda con catalanes y vascos cuando Rajoy recibía a los independentistas de izquierda?

Acto seguido, los sectores mas conservadores madrileños, que habían pregonado la victoria de Rajoy el 26-J, se dieron cuenta de la realidad: la izquierda mas los nacionalistas mantienen la mayoría absoluta. Quedaron mudos. Por un instante, su apuesta por un Gobierno Rajoy con la abstención del PSOE se desvaneció. Reaccionaron enseguida: «¿Quién es ésa? Armengol no tiene ningún peso en el PSOE. No hay porqué preocuparse». También la tacharon de «catalanista». Señal inequívoca de que Francina había dado en el blanco con su proposición.

Pero el problema del PSOE no se halla fuera de la organización, sino dentro. Felipe González y el clan andaluz de Susana Díaz no quieren ni oír hablar de pacto de izquierdas. Prefieren a Rajoy antes que Sánchez. Llevan tanto tiempo en el poder en Andalucía que ya no se acuerdan si un día fueron de izquierdas. En cuanto a González, sus relaciones con el poder económico son tan poderosas que su campo ideológico aparece, como mínimo, confuso.

Es más que probable que se imponga la tesis de Susana Díaz de dejar gobernar a Rajoy. Es muy posible que Francina acabe orillada de la política nacional por haber cometido el pecado de ser periférica, pero su apuesta ha sido un aldabonazo. Buscar un pacto con los catalanes para reintegrarlos en el proyecto común «es mucho más inteligente que ejercer de separadores o de creadores de conflictos», se afirma en el PSIB.

Armengol considera que el PSOE de Sánchez no tiene ninguna obligación de abstenerse para que gobierne Rajoy, ya que «Rajoy no se abstuvo en marzo para que gobernase Sánchez». Así están las cosas, pero Susana Díaz tendrá que retratarse muchísimo esta vez ante sus compañeros socialistas para facilitar que el PP se mantenga en el poder.