Francina Armengol interviene durante un pleno en el Parlament. | Jaume Morey

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Francina Armengol estaba muy orgullosa de su Pacte a la Balear, no sólo en el Govern, sino también en el Consell y Cort. Incluso tras las elecciones generales de diciembre del 2015 se mostró partidaria para España de un acuerdo semejante, que incluyese socialistas, podemitas con apoyo -si hiciese falta- de formaciones nacionalistas vascas y catalanas. Creía que era la manera de reintegrarlos en un proyecto común.

Pero en sólo quince meses todo a ha dado un vuelco impresionante. El pasado octubre, y propiciado por los andaluces de Susana Díaz, hubo golpe de mano en el seno del PSOE. Pedro Sánchez fue descabalgado de la secretaría general. Acto seguido los socialistas permitieron que gobernase Rajoy. Francina se opuso vehementemente a la decapitación de Sánchez. Lo está pagando caro.

Hace unas semanas Susana Díaz ofició en Madrid su solemne presentación como candidata a la secretaría general. Allí acudió la nomenklatura socialista, comenzando por Felipe González y siguiendo por el grueso de los presidentes autonómicos socialistas. Francina, que apoya ahora a Patxi López, no acudió. Le dio desplante a la faraona sevillana. La repuesta fue inmediata. En su discurso, Susana le lanzó una puya envenenada. Citó a Ramón Torres como militante ejemplar del PSOE.

¡Ramón Torres! ¿No podía elegir otro nombre la Sultana, allá en la misa concelebrada de los madriles? Ramón Torres (Úbeda, Jaen, 1947), vino a trabajar a Mallorca en los 60, primero en el hotel Fénix, luego en el Saratoga y más tarde, con la democracia, se dedicó a la política. Jefe de la Agrupación Socialista de Ponent, ha sido un poder fáctico dentro del PSIB-Palma. Se dice de Torres que en su Agrupación retiró las siglas PSIB y dejó sólo las del PSOE. Torres apoyó a Aina Calvo en las primarias autonómicas del 2015 pero no pudo evitar la victoria de Armengol. En las primarias de Palma sí logró que José Hila fuese el candidato, venciendo al aspirante armengolista Ramon Socías.

Ramon Torres es el ejemplo de militante ejemplar presentado por Susana. Torres ya está jubilado. No es, ni mucho menos, actor del actual desaguisado, ya está de vuelta de todo. Pero Francina entendió el mensaje de La Faraona.

Y a los pocos días de este aviso, un torpedo de enormes proporciones ha hecho zozobrar el Pacte a la Balear. Los «catalanistas» de Més están ahora bailando la danza del sable. Han actuado como pardillos durante más de 20 meses, firmando contratos a dedo más 'feos' que las caras de Bélmez, aunque no, al aparecer, ilegales.

'Alguien' con influencia (o con fuentes, o con topos) cerca de Intervención de la Comunitat Autònoma ha ido coleccionando los contratos que favorecían a Jaume Garau, exjefe de campaña de Més, montando un arma políticamente letal para el amado Pacte de Francina.

Armengol está ahora ante una tesitura muy difícil: o poco a poco rompe amarras con Més y se transforma en 'más PSOE que PSIB' , orillando así sus veleidades de sensibilidad nacionalista, o seguirán cayendo chuzos de punta sobre su Govern.

En el PSOE mandan ahora Felipe González y Rubalcaba, adversarios declarados de todo lo que huela a 'catalanista'. La revuelta de la Generalitat les saca de quicio y no quieren ramificaciones. Ahí está la clave. El PSOE más españolista mueve hilos electrificados. Sus terminales en Mallorca se mueven con habilidad. Armengol sólo controla (y a medias) una parte del PSIB. O Francina comprende el nuevo panorama y se pliega a este nuevo rearme estatalista, o vendrán disgustos muy serios para la política inquera.

Los que mueven estos hilos están sobrados de información sobre las torpezas de un Pacte en el que los soberanistas se están luciendo con sus niñadas. Pero como le dijo Teresa May a la líder independentista escocesa: 'La política no es un juego'. Eso es lo advierten, sutilmente y con hechos, los embriones susanistas mallorquines a Francina: 'Apártate todo lo que puedas del cáliz catalanista. Hay cicuta dentro'.

El Pacte a la Balear, tal y como está articulado en la actualidad, y teniendo en cuenta lo que está pasando en el Principado, molesta. Hay que entenderlo: molesta, incomoda e incluso ofende al poder con mayúsculas.