Este miércoles se cumplirá el día 81 del estado de alarma pero hay preguntas, respuestas y expresiones que es como si se hubieran quedado ancladas en momentos del pasado. «¿De quién son los niños?, ¿del Estado o de las familias?» pregunta la diputada del PP Núria Riera igual que si todo siguiera detenido en enero cuando la ministra de Educación, Isabel Celaá, exponía las razones del Gobierno para oponerse al llamado ‘pin parental'. Aún abrían los colegios.
No hay demasiados periodistas (los plenos se pueden seguir de forma telemática por el canal parlamentario) pero, aún así, no pueden ocuparse todas las sillas de la zona que habitualmente tienen reservadas. Hay que seguir la sesión desde una sala anexa o, también, desde la parte dedicada al público en general, en el lado de la derecha según se accede a la Sala de las Cariátides (salón de bailes del antiguo Círculo Mallorquín) que es donde se reúne el pleno. El de este día, en que se aprobará el decreto del Govern que incluye «medidas urgentes para impulsar la actividad económica», sigue siendo un pleno de la era de la COVID-19. De los 59 diputados y diputadas, sólo pueden asistir 13 de manera presencial. Sin contar a quienes forman la Mesa y al Govern. No hay declaraciones de portavoces en el ‘salón de los pasos perdidos' y el bar del piso superior está cerrado y sus sillas, apoyadas sobre las mesas.
Mascarillas y geles
La biblioteca está abierta, incluso con los periódicos del día dispuestos sobre una mesa. Pero sigue tan vacía como siempre aunque los ventiladores del techo funcionan. Diputadas y diputados, y también periodistas, asesores y personal, pueden echar mano del botellitas de hidrogel estratégicamente situadas. Sentarse en el lado más extremo de la derecha, según entras (que es donde están también los escaños del PP, Cs y Vox), puede dar pie a pensar que una parte del Parlament está muy enfadada y utiliza un trono bronco que raya en la demagogia. Hay especial coincidencia ideológica en reprochar al Govern que la mayoría de sus propuestas sean «ideológicas». El diputado de Vox Jorge Campos no pierde ocasión de aludir a las «millonarias subvenciones al catalán» y llama «memoria histérica» a la memoria histórica.
La presidenta Armengol cierra el turno de control al Govern –la sesión se interrumpe brevemente para limpiar– y cuando se reanuda interviene el vicepresidente Yllanes para defender el decreto de medidas excepcionales. La presidenta defiende el sistema público y hace ver que incluso quienes lo critican están reclamando ayudas del Estado. Por eso da a entender que no recortará cargos ni organismos.
Ni diputadas ni diputados ni conselleras ni consellers del Govern llevan mascarillas en el interior del salón de sesiones. Al conseller Negueruela le llaman por teléfono durante el pleno y lo coge para salir a la calle. El personal de la Cámara sí las utiliza.
El último pleno presencial del Parlament fue el 10 de marzo. En aquella sesión, sólo hubo una pregunta, de 18, que aludiera al coronavirus. Aunque ahora todo el mundo parece que estuviera al cabo de todo y da lecciones, sólo la diputada del PI Lina Pons preguntó por ese asunto. Dijo entonces que «sin pretender crear ningún alarmismo» le gustaría saber cómo estaba afrontando el Ejecutivo la pandemia. Todas las de esta sesión han tenido que ver, de una manera u otra, con sus consecuencias. Ahora, más que de la cuestión sanitaria, el interés se centra en las repercusiones económicas.
Las votaciones son presenciales y telemáticas. También, más allá de lo que se debate en el interior, diputados y diputadas (así como cargos de los partidos) publican sus comentarios y valoraciones en Twitter.
No está claro cuando los plenos se abrirán al público además de a los medios de comunicación. Pero nada apunta a que se formen grandes colas cuando eso ocurra.
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