Almarcha advierte que vivir con prisas «puede ser sinónimo de muchas cosas, no sólo de efectividad y profesionalidad, si no también de mala gestión del tiempo, de olvido, etc.». En este sentido, destaca que «llevar un ritmo de vida acelerado constante puede generar un desequilibrio entre la vida personal y la laboral, que a la larga se puede traducir en insatisfacción».
En su opinión, «las personas que viven a mil por hora seguramente pensarán que lo tienen todo bajo control, pero el ir con el piloto automático nos aleja de una atención plena que nos puede llevar a cometer errores o a sufrir más accidentes ya que confiamos en la repetición automática de nuestros actos en un afán de ahorrar tiempo, que a veces nos podrá jugar una mala pasada».
Las prisas también provocan mal descanso, cansancio, irritabilidad, mal humor, poca paciencia y baja capacidad para disfrutar de las pequeñas cosas.
Almarcha recuerda que Gregorio Marañón decía que «en este siglo acabaremos con las enfermedades, pero nos matarán las prisas» y recomienda reflexionar seriamente sobre qué nos está aportando vivir con prisas.
¿Cómo dejar de vivir sin prisas?
La coach recomienda «empezar a vivir realmente y no continuar sobreviviendo como hemos normalizado». Así, insta a «priorizar de una forma eficiente todo lo que tienes que hacer. Aunque te requiera tiempo, organizarte el día marcando bien los tiempos y los descansos te ayuda a no ir con prisas ya que has sabido destinar el tiempo requerido a cada tarea».
A las personas que no le gustan los imprevistos les aconseja organizar en el planning diario «un tiempo de colchón que servirá para esas situaciones».
También anima a dejar espacio en el día a día para un momento de pausa, en el que anima a respirar, escuchar música, etc. «Evita estar respondiendo correos y atendiendo llamadas que solo te llevarán a ponerte más tareas a las que a lo mejor no llegarás».
Otra sugerencia para dejar al lado las prisas es «disfrutar de los momentos en que vayas en el coche solo como espacios para aquietar tu mente y bajar revoluciones. Cuando llegues a casa te lo agradecerán».
Almarcha considera fundamental aprender a decir no y de priorizarse a uno mismo.
«Tu ritmo es tuyo y de nadie más. Es importante tenerlo en cuenta a la hora de relacionarnos con los demás, quizá es momento de replantearte si es necesario quitar el pie del acelerador». manifiesta.
Por ello, anima a «aprovechar cada momento que no estés en multitask para escuchar a los demás tranquilamente. Si vas por la calle, levanta la cabeza y empieza a observar las cosas que te rodean, aleja la vista de lo conocido -como es el suelo y la pantalla del móvil- y empieza a descubrir tu ciudad. Estos momentos de observadores del mundo son necesarios para dejar de ir en piloto automático».
Almarcha sostiene que «cada vez está más claro que el futuro es incierto y que lo único que tenemos es el hoy, el ahora, el presente; pero si este presente lo vivimos como si fuera una carrera de Fórmula 1 a una velocidad de vértigo, no seremos capaces de ver a todos esos espectadores aplaudiendo. Siguiendo con el símil, nos perderemos momentos realmente bellos, de esos que se quedan grabados en nuestra retina y en nuestro corazón para toda la vida, por la velocidad con la que vivimos. Quizá, es momento de bajar del fórmula uno y subir a una bici para que, de esta forma seamos capaces de observar con ojos nuevos todo lo que tenemos a nuestro alrededor y empezar a apreciar de nuevo la belleza del mundo».
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