Una madre y su bebé, ambos con pulseras identificativas.

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A mediados de este mes saltaba a la luz el caso de unas jóvenes que llegaron al mundo en 2002, en el Hospital de Logroño, con cinco horas de diferencia, y fueron intercambiadas tras pasar por la incubadora. Los hechos, dignos de guion cinematográfico, sucedieron a causa de un error humano, lo que lleva a preguntarse ¿podría volver a pasar? En el Hospital de Inca aseguran que no y las claves, dicen, pasan por no separar nunca al recién nacido de su madre o, en caso de emergencia y necesitar una incubadora, tener un protocolo informatizado para evitar confusiones que pueden cambiar vidas.

Carmen Herrero, coordinadora de la sala de partos del centro, explica que al nacer un niño la matrona lo introduce en el sistema y se le asigna un número de historia clínica vinculado al de su madre, con todos los datos necesarios. De esta forma, se generan unas pulseras o etiquetas para ambos que «en el extremo de encontrarnos un bebé sólo en un pasillo, sabríamos en seguida quién es su familia introduciendo su código en el programa de gestión obstétrica», explica.

Sin embargo existen situaciones de riesgo, como la que sucedió en Logroño, que requieren una separación. «Si es necesario reanimar al bebé, tenemos salas específicas dentro de las de dilatación, de forma que el recién nacido no sale». Y en el supuesto de tener que llevar al niño a una incubadora, porque haya habido alguna complicación, «nunca se irá sin llevar antes la pulsera identificativa», añade.

Por otra parte, «nuestra política es la de no separación de la madre y el bebé. Nada más nacer se le entrega y está en piel con piel con ella, por sus beneficios. Incluso los traslados la habitación son dentro de la cama con su madre», añade. Este sistema de contacto genera la creación de apego y vínculo, pero además «mejora la frecuencia cardíaca y respiratoria del bebé y reduce se estrés», añade. «Entra en contacto con la microbiota de la madre y favorece que no pierda calor porque ella está a 35 o 36 grados y le ayuda con la termorregulación, que es muy importante para que el bebé no quede frío, lo que llevaría complicaciones». Son algunos de los factores que esta experta destaca sobre la piel con piel, pero en un método tan sencillo se esconden más misterios: «a nivel hormonal la madre libera más oxitocina y prolactina y el inicio de la lactancia mejora», añade. Otra de las recomendaciones que no todos los centros siguen es no lavar al bebé acabado de nacer hasta que pasen entre 24 o 48 horas, «porque tienen sustancias que les protegen de la pérdida de calor y sus manos siguen oliendo a líquido amniótico», explica Herrero.