Una jornada en el centro de salud Escola Graduada de Palma. | M. À. Cañellas

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Son las ocho de la mañana en el centro de salud Escola Graduada y ya ha empezado la actividad diaria. Hay colas en la zona de extracción de sangre; se inician las llamadas de control por casos de COVID; mientras en la primera planta, la doctora Teresa Rosselló presenta un caso clínico a sus compañeros en una sesión de docencia, porque «al principio de la pandemia lo dejamos todo de lado pero después de dos años, no podemos abandonar cosas que forman parte de nuestro día a día», explica la coordinadora del centro, la doctora Andrea Codoñer.

Y ésta es su realidad. La COVID, que todo lo invade, debe convivir «con todo lo demás», en un gigante bucle que se va resolviendo con un encaje de bolillos diario. Antes se intentaban organizar las plantillas de forma mensual, pero ahora «ha habido semanas en que, por bajas, o por presión de COVID, ha sido imposible y nos vamos ajustando a lo que pasa», explica Codoñer. Ésa es la clave. Ésa, y que «no queda otra». Las trabajadoras del centro no esconden el terrible impacto de esta sexta ola pandémica pero la afrontan con valor. «Es intensa y complicada, sobre todo también pesa en los ánimos de la gente. No hay que olvidar que llevamos dos años de presión, de cambios organizativos constantes, de ajustarse a la incidencia dejando de lado lo de Primaria o reactivándolo, lo que complica mucho la atención y es agotador. Ha sido un momento de mucha incertidumbre y esfuerzo», asegura.

«Ésta es mi semana afortunada porque no ha fallado ningún médico, pero hay centros que tienen más de la mitad de plantilla inactiva», explica la doctora Codoñer. Cuando esto pasa, las urgencias se reparten entre los que quedan y «no tenemos límite de agendas». Es entonces cuando en una consulta, donde solían verse 30 o 32 pacientes por jornada, se acumulan 40 o 50. Pese a estas circunstancias «el acceso a nuestro centro se ha mantenido aceptable, si tenemos en cuenta todo lo que hay», añade la coordinadora del centro. Se ha generado una especie de círculo vicioso con agendas saturadas, bajas de personal, vacaciones por festivos, que afecta directamente a las Urgencias. Escola Graduada es uno de los tres Servicios de Urgencias de Atención Primaria (SUAP) de Palma. «En las reuniones, los responsables también comentan que la presión que soportan es muy alta. Muchas veces hay urgencias por dudas sobre la COVID y eso satura».

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Leslie María Tineo se somete a una recogida de muestras para un test de antígenos. Foto: M.À. Cañellas

A toda esta situación hay que añadirle la frustración del paciente.    «Siempre ha habido casos de agresiones físicas y verbales, es puntual pero no debería pasar. La gente pide soluciones a cosas que nosotros no podemos dar, como el tema de las bajas, el número de solicitudes es inabarcable para cualquier sistema», explica Codoñer. Quien mejor conoce esta situación es Francisca Calafell, coordinadora de admisión del centro. «Nuestro médicos no hacen bajas de coronavirus, tienen que llamar a Infocovid para que las tramite Inspección Médica, que ha llevado retrasos. Pero esto la gente no lo entiende, se pone nerviosa», relata. «Yo les entiendo a ellos porque se juegan un despido… pero nos encontramos aquí en medio y hemos vivido muchas situaciones de tensión. Insisten, se creen que así claudicamos pero si no se puede, no se puede», argumenta.

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Muchas personas acuden al centro de salud porque no cogen el teléfono pese a que hay siete personas fijas y ahora un refuerzo que se dedican precisamente a eso. Calafell insiste en que se ha dado una imagen errónea de los centros de salud, pues se hace mucho trabajo de puertas para dentro. A partir de las 10,30    de la mañana empieza a formarse cola ante el mostrador de admisiones, aunque también es cierto que, desde hace una semana, con la puesta en marcha de la web de autocita para las pruebas diagnósticas, «se ha tranquilizado».

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Beatriz Sánchez, Andrea Codoñer y Francisca Calafell.

Haciendo cola se encuentra Cristina Hervás, una paciente no COVID a quien le han detectado extrasístoles, una arritmia en el corazón. «Cogí cita hace unos diez días y ahora me mandarán de forma preferente al cardiólogo, también tengo que hacerme una analítica para buscar la causa», explica, conforme. Justo detrás de ella está el área separada para pacientes respiratorios, donde una madre lleva a sus hijos, Leslie María y Aneurin Darío Tineo, a someterse a un test de diagnóstico COVID. La actividad crece en el centro. A estas horas, las tres coordinadoras del centro ya se han reunido para revisar con qué personal cuentan estos días y dónde echará una mano cada uno.

Los pacientes van tomando asiento en la puerta de las consultas. «Vengo cada mes, me envían un e-mail con la cita, y me analizan la sangre para el sintrón», explica desde el asiento, René Pichonnier. A pocos metros, Jesús Rocha espera para lo mismo. «Vengo a ver la enfermera cada 15 o 20 días. Me cuidan de maravilla», dice. Y es que el personal reconoce que «solucionamos hasta que podemos». La coordinadora de enfermería, Beatriz Sánchez, remarca que ahora hay mucha gente afectada. «Son leves, pero la atención la requieren igual para ver si son positivos o no, con miedos, dudas... Ha llegado a haber una inmensa cantidad de personas que atender en los centros de salud. Era cuando no había test de antígenos en las farmacias», explica.

Enfermería se ha tenido que volcar a menudo con el circuito respiratorio porque «estamos en invierno, y no estamos aislados como el año pasado. Se han visto muchos virus, sobre todo en pediatría». Pero a su vez, este colectivo no podía «dejar de atender a Urgencias, pacientes crónicos, domicilios... Hay que llevarlo todo y es tremendamente complicado». La enfermería está cansada, reconoce Sánchez, quien recuerda que a 4.000 casos diarios era inviable seguir atendiéndolos todo en el centro de salud.

El apunte

Primaria reclama toda la labor «invisible» hecha en la pandemia

Una hora después de realizar la primera llamada de seguimiento por COVID, ya se habían atendido 140. La media diaria, en el centro Escola Graduada, es de 300, y esto no se ve. Es una de las muchas labores que se hacen pero que la gente desconoce. «Quiero remarcar, porque hay una idea equivocada, que no se han dejado de hacer las cosas de Primaria; nos hemos cargado más», dice la coordinadora.