Serhiy, el pasado lunes en una comida con amigos empresarios mallorquines.  | M. À. Cañellas

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El reloj marcaban las cinco de la tarde de un 5 de marzo nublado en la localidad de Irpín (Ucrania). Serhiy Musiyenko entró en su casa, que se ubicaba en una zona residencial de tranquila apariencia, y quiso asomarse por una ventana de la segunda planta porque escuchó estallidos. De pronto cayeron treinta misiles sobre el núcleo y algunos penetraron en su hogar, dejándolo totalmente destrozado. «Fue una coincidencia que al entrar en mi casa empezaran a bombardearnos. Recuerdo cómo el cristal se rompió en pedazos, las escaleras y toda la estructura. Solo veía humo, pero no me pasó nada, tenía un ángel que me protegió», rememora todavía emocionado.

Hace tan solo unos días que dejó su hogar en llamas y se mudó a Mallorca. Aquí le abrieron los brazos amigos y compañeros de trabajo. Serhiy es empresario y tiene algunos proyectos en marcha en la Isla. Vive en un piso prestado junto a su mujer y sus dos hijos, de ocho y cinco años. De hecho, Serhiy ha podido salir del país porque su hijo menor tiene discapacidad y eso le ha servido para estar junto a su familia, aunque parte de él sigue en Irpín:«Claro que quiero volver, pero de momento voy a ayudar desde Mallorca», manifiesta.

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En su móvil recupera algunas de las imágenes más duras del conflicto, como la de su casa en llamas, en Irpín.

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Huida

Musiyenko pidió a su mujer e hijos que se desplazaran hasta Eslovaquia. Era finales de febrero cuando empezó la guerra, la gente empezaba a asustarse y no era seguro el país. «Yo me quedé en Ucrania para defender la ciudad    y ayudé a gente a salir de ahí. Los misiles han destrozado colegios, iglesias y la estación de tren». Junto a su hermano patrullaba la ciudad con una brigada de defensa. «Primero bombardearon el bosque que rodea la ciudad y más adelante llegaron al centro urbano. Todo ha quedado destruido», lamenta.

Pensó, entonces, que desde donde más podría ayudar era desde la frontera. Desde fuera. Su familia llegó antes a Mallorca en un viaje por carretera hasta Viena y de ahí en avión. Serhiy ha perdido negocios y su hogar. «Cuando marché, me di cuenta que Europa no se entera realmente de lo que sucede en esta guerra. Uno no puede saberlo si no lo siente de primera mano». El conflicto «puede llegar a cualquier país. Esto es una guerra abierta a Europa», dice. Estos días en Mallorca, la familia intenta recobrar el aliento. Sobre el futuro de Ucrania, Serhiy es consciente de «la gran planificación» de Putin, pero hace un llamamiento a la comunidad internacional para que envíe chalecos antibalas para salvar vidas.