Por los pasillos de la residencia de ancianos de La Bonanova merodean sin rumbo centenares de cuerpos cansados. Sus historias son oro en mitad de cuatro paredes, algunas para no dormir y otras para revivir una y otra vez. Hay un grupo de amigas que lleva muchos años en el centro. Allí hacen gimnasia, pintan, van a clases de memoria. O simplemente se ríen de la vida. Anita, María Victoria, Maria o Antònia fueron algunas de las homenajeadas por el 40 aniversario de La Bonanova.
Anita Flexas tiene 83 años y es de Palma. Entró en el centro hace cosa de 30 años. Es una de las más veteranas. Se encargó de la cafetería hasta su jubilación y los últimos 16 años los ha pasado como usuaria. «Yo he defendido y hecho muchas cosas por la residencia», dice, con orgullo, sentada en una mesas del patio con sus amigas. Es madre y viuda. Decidió con su entonces marido trasladarse a a La Bonanova porque él estaba enfermo. Anita ha visto cosas malas y buenas. Dice que podría hacer un libro con todo lo vivido, desde empleados «limpiando» la cartera a algún anciano o incluso algún caso de abuso sexual hacia una persona mayor que se resolvió a tiempo. También ha habido momentos para las bodas:«Mateo y Ana se casaron aquí y cada día iban a hacer un picnic. Otro señor, Antonio, le gritaba ‘te quiero' desde su balcón a su amada».
En cualquier momento de la vida pueden llegar sorpresas inesperadas. Es lo que les ocurrió a Anita y a Antònia Coll, de 84 años, que se conocieron cuando ambas estaban casadas y con niños pequeños. «Vivíamos en el mismo barrio y nos encontrábamos en las tiendas». Se reencontraron hace 13 años cuando Antònia ingresó a la resi. «Anita era muy amiga de mi marido y un día vio mi DNI, cuando iba al Centro de Día de La Bonanova, en 2003, y ahí nos volvimos a saludar», explica con ternura. Antònia nació en Alaró pero de pequeña se mudó a Palma por la Guerra Civil. Es viuda y tiene un hijo al que admira:«Él es mi mayor alegría». Le gustaría, sin embargo, que sus nietos la visitaran más. Ha tenido varios oficios, en una panadería y hasta limpiando casas. Aunque reconoce que ha tenido «momentos de depresión, donde no me sentía alegre», ahora dice estar muy feliz.
El grupo de amigas de la resi lo completan María Victoria Carrique, de 95 años, y MariaMulet, de 92. Victoria ha pasado de ser cuidadora a cuidada. Hace 17 años que vive en este centro tras fallecer su marido. Originaria de Málaga, llegó a la Isla con 18 años. Ha trabajado para Cruz Roja y asegura que «allí me conocen todos por mi grupo sanguíneo, que es el grupo 0 y en ese momento apenas había reservas». Victoria encabezó una iniciativa de La Bonanova que consistía en acudir a hospitales de Mallorca para visitar a enfermos y conocer sus necesidades.
En el caso de Maria Mulet, nacida en Palma, ha sido zapatera toda su vida. Todavía mueve los dedos como si estuviera cortando la piel. «Mi marido trabajaba conmigo. Pedro era gerente y siempre hemos estado muy unidos». En La Bonanova ha aprendido a pintar, entre otras cosas. Hace doce años que está ahí aunque echa en falta a su compañero de vida. Las amigas se reían este jueves, felices, en un día para recordar con ternura entre comida, aplausos y celebración.
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