La reconocida escritora Najat el Hachmi. | Efe

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«Mi madre tiene una particularidad y es que es muy buena narradora. Ella me inculcó desde pequeña esa faceta con mucha sensibilidad a la hora de tratar los temas. A la vez que he ido evolucionando, también he observado la evolución de mi madre. Nadie se queda igual cuando llegas a un país nuevo. Es un camino lleno de contradicciones pero también un terreno rico». Así define a su madre la escritora y filóloga árabe Najat el Hachmi (Marruecos, 1979). Se trasladó a Vic con tan solo ocho años y esa mirada por entender la identidad, la familia, sus orígenes o la realidad de las mujeres que emigran es la que empapa la mayoría de sus obras, muchas de ellas reconocidas. La última, el Premio Nadal 2021, su novela El lunes nos querrán (Destino), una historia de dos jóvenes sedientas por encontrar su libertad en un entorno opresivo.

La Associació Pa i Mel invitó este sábado a la escritora a Sa Pobla a un encuentro de mujeres de origen marroquí para hablar de cuestiones como el feminismo, las relaciones familiares o la complejidad del contexto migratorio. La escritora habla de la identidad, el arraigo, como un sentimiento libre. «No es menos sensato si no lo sientes. La sensación del desarraigo está muy patente en las personas que emigran. Pero también conozco a residentes en Marruecos que se sienten extranjeros en su propio país». Es algo, a su juicio, que concierne más a las mujeres: «En su caso, ellas no tienen un sitio donde puedan considerar algo propio, bien porque están en casa de su padre, bien de su marido. Y luego, porque muchas no se sienten que encajan en un país, como Marruecos, antidemocrático, que frena sus derechos individuales».

En este contexto, Najat el Hachmi pudo conocer distintas historias de mujeres marroquíes en Mallorca. «Mi propia experiencia les ha sonado mucho porque también ha sido su realidad. Les he insistido en la necesidad de cambiar la mentalidad. Viven en una cultura del patriarcado». Cree, por otro lado, que hay que «ensanchar el imaginario representativo» y «rehumanizar a las personas». Lo dice tras opinar que hay «racismo geopolítico desvergonzado y exagerado» hacia los refugiados ucranianos. «Las mujeres son armas de guerra en cualquier situación, pero en Marruecos las vemos más alejadas por el color de piel. Es peligroso volver a esa Europa de los años 30 donde la raza era lo importante».