Alejandro Vidal muestra las decenas de denuncias y quejas interpuestas.  | Alejandro Sepúlveda

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Alfredo Vidal, vecino de Palma, lleva años sufriendo una auténtica pesadilla. Justo debajo de su casa, se instalaron en un local alquilado y habilitado como vivienda, de forma irregular, unas familias sudamericanas que han convertido las terrazas en un criadero de periquitos. «Llevamos meses aguantando, las 24 horas del día y de la noche, el ruido que generan estas aves. No podemos dormir. Hemos interpuesto decenas de quejas y de denuncias ante la Policía Local de Palma, Cort e incluso ante el Seprona (Servicio de Protección de la Naturaleza) de la GuardiaCivil. Pero todo sigue igual», explica Vidal.

Nuestro protagonista reside desde hace años en un domicilio familiar de la calle Lluna de la capital balear. El local que tantas molestias le provoca, reconvertido en improvisada vivienda, está situado entre las calles Aragón y Lluna. Los bajos del patio y las terrazas donde se encuentran las jaulas de los periquitos están ubicadas justo debajo de las ventanas de los dormitorios del denunciante. «Ha venido la Policía Local y la Guardia Civil a casa. Han comprobado la veracidad de todo lo denunciado. Los policías me han reconocido abiertamente que ellos no podrían dormir así y que me entienden perfectamente, pero que no pueden hacer nada. Que deben respetar y cumplir el procedimiento establecido y que la Administración es lenta», se lamenta Alfredo, visiblemente desanimado y desesperado por la situación que le ha tocado vivir.

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Detalle de una de las jaulas.

Es más, tiene a su cargo a su padre. Una persona mayor, dependiente y que precisa de cuidados especiales. «Mi padre no puede dormir. Está enfermo y esta desagradable situación lo único que hace es complicar su descanso. He intentado hablar mil veces con los vecinos y no atienden a razones. Lo primero que me dicen es que ellos en su casa hacen lo que quieren y pueden tener los animales que le dé la gana», relata. Ruidos y malos olores se suman al complicado día a día. «Llamo a diario a la central de la Policía Local para decirles que no he podido dormir. Siento mucha impotencia. No se trata de un tema de racismo porque hay gente buena y mala en todos lados, pero me duele mucho tener que aguantar cuando me encuentro con ellos de frente frases como ‘españolito, ¿no te gusta cómo cantan los periquitos?'», concluye.

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Vidal señala el espacio que ocupa el criadero.

El proceso administrativo y las denuncias siguen ahora su curso. Al tratarse de un domicilio particular, la Guardia Civil y la Policía Local deben solicitar autorización judicial para realizar cualquier intervención. También se investiga el posible uso irregular de un local adaptado como vivienda.