Un refugiado ucraniano aprendiendo a leer en castellano. | Teresa Ayuga

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Aprender el idioma es una de las principales necesidades para los refugiados ucranianos tras dejar su país y afrontar en Balears una nueva vida. De los 248 desplazados que atiende Creu Roja, casi un centenar asisten, de forma voluntaria, a los cursos de lengua castellana que ofrece la propia entidad. Es un programa que dura dos meses y se lleva a cabo tanto en el hotel de s'Arenal donde se alojan desde abril y en el Hospital Sant Joan de Déu.

Las clases son por la mañana y por la tarde, duran dos horas y se realizan de lunes a jueves. Herminio Domínguez es uno de los 13 formadores voluntarios de la entidad. Él es, además, un veterano de este programa. Empezó hace diez años y destaca que ha dado clases a los sirios que llegaron a Mallorca en la gran crisis migratoria (2015), a los desplazados del barco del Aquarius (2018), a refugiados de Oriente Medio y ahora a ucranianos huidos de su país en guerra. «Por mi experiencia, puedo decir que la gente del Este, en general, aprenden con agilidad este idioma. Es sorprendente».

Asegura, además, que muchos ya han conseguido un nivel muy parecido al A2, e incluso unos pocos alcanzan niveles de un A1. Creu Roja pretende continuar con las clases de castellano una vez finalice este programa. Pero lo harán por grupos según el nivel de cada uno.

Aprendizaje

Los ucranianos aprenden a partir de libros específicos para extranjeros en acogida y de los apuntes de los formadores. En las clases hay sobre todo mujeres y menores, aunque algún hombre se ve. Herminio destaca la facilidad con la que se trabaja con este tipo de nacionalidad. Esto es así porque «la gran mayoría cuenta, al menos, con formación profesional o incluso carreras universitarias. También porque son cercanos a nuestra cultura».

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Maiia y su hijo Yegor son uno de los ucranianos que asisten desde el principio a clase de castellano en el hotel de s'Arenal donde se alojan. Maiia aprendió italiano en Ucrania, antes incluso que inglés, porque «amo este idioma como también la cultura italiana. No me cuesta aprender castellano por el parecido con el italiano». Cada grupo no supera las 20 personas. Desde que se inició este programa, hace casi dos meses, al menos la mitad de los inscritos acuden a clase de castellano de forma asidua, esto es, al menos dos veces por semana.

Sara Ferrer es una de las monitoras de formación educativa de la entidad. Una de las razones por las que la otra mitad ha tenido que abandonar las clases es porque «en esta primera fase de acogida, muchos están buscando trabajo o ya trabajan», justifica la trabajadora. Precisamente, son las asociaciones que nacieron para dar cobertura a los ucranianos quien más desplazados contabilizan. La entidad Amar Ucraïna en la Isla cuenta con 552 personas. De estas, unas 20 personas asisten a clases de castellano en algún centro de la Isla, confirma la presidenta de la entidad, Anastasia Kvach. Por otra parte, recuerda que unas 60 familias se han ido de Mallorca, aunque lo que se observa ahora es la llegada de nuevos ucranianos. Por semana, pueden recibir cinco o diez nuevas inscripciones.

El apunte

Quejas de las familias de acogida

El choque cultural o la dificultad por la comunicación son algunas de las quejas que ya verbalizan algunas familias de acogida. No quieren dar detalles, pero sí saben que es una traba en la convivencia, y muchas ya plantean renunciar a la hospitalidad. El número de refugiados que se han ido de Balears es difícil de prever. En las Islas, hay 2.769 refugiados con protección internacional. Creu Roja, la entidad que se encarga de dar cobertura a los desplazados, cuenta con 248 ucranianos. De este total, 38 personas han salido de la entidad. Los motivos pueden ser tres: que hayan regresado a Ucrania, que se hayan desplazado a otros países o encontrado alternativas en Mallorca.