Los descendientes de los delatores, torturadores o asesinos de la dictadura franquista rompen 80 años de silencio y comienzan a alzar la voz para desmarcarse públicamente de sus antepasados y pedir perdón a las víctimas. El movimiento ‘Historias desobedientes' que surgió en 2017 en Argentina y se extendió rápidamente a Chile, Uruguay y Brasil llega ahora a España donde Loreto Urraca (nieta de Pedro Urraca, miembro de la Gestapo que capturaba a los republicanos exiliados en Francia) es su cara más visible.
En Mallorca algunos de los descendientes de los victimarios del franquismo han dado ya los primeros pasos para contactar con los descendientes de sus víctimas. Ha ocurrido en Son Coletes (Manacor) y ya había habido algún precedente menos explícito en Porreres, aunque hasta ahora no se ha programado ningún encuentro entre víctimas y victimarios. En contraposición con Loreto Urraca, que ha expuesto públicamente su repudia al abuelo e incluso ha escrito un libro y ha creado una web para difundir su historia, en Baleares hasta el momento, los victimarios prefieren mantener el anonimato.
El caso más relevante que se ha dado hasta el momento en Mallorca es el de una persona que cuando le estaban entregando a una hija los restos de su padre en Son Coletes (Manacor) se acercó la presidenta de Memòria de Mallorca, Maria Antònia Oliver, para decirle que su abuelo era un fascista de Manacor que conducía a las víctimas a matar y que quería hablar con la familia para pedir perdón.
«Yo le dije que aquél no era el momento, pero le tomé los datos y hablamos con Anna Miñarro, una psicóloga que de manera voluntaria colabora con nosotros. La llamamos y esta señora habló con ella, pero la hija del asesinado que tiene más de 90 años no está preparada para esta situación», relata Oliver. Hasta ahora los familiares de los asesinados de la Guerra Civil y el Franquismo han tenido que afrontar todo el proceso de duelo en soledad, sin ningún acompañamiento psicológico, más allá del que presta el voluntariado o el que sufragan de su propio bolsillo. Ahora, por primera vez, el Pla de Fosses incluye la obligación de contratar psicólogos para acompañar a las familias y elaborar un informe del impacto psicológico de cada actuación.
«La primera vez que viví algo así fue cuando abrimos por primera vez la fosa de Porreres. Se me acercaron varias veces personas que me abrazaban y (sin darme nombres) mientras me abrazaban me decían ‘Me sap greu', pero no concretaban más y pensaba que lo hacían porque los vecinos de Porreres siempre habían sabido lo que pasaba en Porreres y habían callado», relata Maria Antonia Oliver, presidenta de Memòria y nieta del sindicalista inquer Andreu Paris (una de las víctimas negadas de Porreres).
Oliver cuenta que «cuando ya casi había terminado la campaña hubo una cena con colaboradores y vino un señor acompañado de su mujer y me dijo que era médico y que estudió medicina en Valladolid. De repente pegó un golpe en la mesa y me dijo que él le preguntaba a su padre y a su abuelo, ¿Por qué habéis traído aquí a los de Inca? ¿Por qué cree que estudié en Valladolid? Porque allí estaba la sede de la Falange. Al final su mujer se lo llevó y todos me decían que me estaba pidiendo perdón, pero yo no lo entendí así, para mí no había habido ninguna reparación», explica Maria Antònia Oliver.
«No quiero que me pidan perdón para sentirse ellos mejor, otra cosa es que nos pidan perdón y se impliquen con nosotros para ayudarnos y sumarse a nuestro proyecto. Mientras aquél hombre me hablaba, yo solo veía la cara de mi madre, no puedo expresar cómo me sentí», dice la presidenta de Memòria de Mallorca.