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Patricio Gómez, uno de los precursores de las artes marciales en Mallorca, es el dueño y director del gimnasio Chongma, donde, desde hace más de 30 años, sigue dando clases y forjando campeones. Cinturón negro, 6º dan, en Tae kwondo, y propietario del Bar Zaguán, de la Plaça Santa Pagesa, no murió de milagro el pasado 20 de marzo. Y decimos de milagro, porque yendo por su carril se le vino encima un camión, que chocó frontalmente contra su vehículo -un Citroën C3- al que hizo retroceder seis metros, dejándolo completamente plegado.

Nos lo cuenta sentado, tomándonos un cortado, en su bar, en una de cuyas sillas deja apoyada su muleta, «que he dejado la otra en casa, además del collarín, más que nada por ver cómo me desenvuelvo con una … Pero esto, me temo, va para largo. Porque lo único que es seguro es que, habiendo podido morir, estoy vivo».

¿Qué pasó?
Iba yo en mi coche y, de pronto, me veo venir encima una cosa blanca, enorme, … ¡Un camión!, que se ve que al salir de la curva aceleró e invadió mi carril y … Bueno, pues que cuándo me quise dar cuenta … Porque aquella enorme masa se iba haciendo cada vez más grande, me encontré apresado entre los hierros de mi coche, el airbag y el cinturón de seguridad ... Con sangre brotándome por nariz y boca, con un gran dolor en el pecho y en la barbilla producido por el airbag …. ¡Que menos mal! Que gracias a él y a llevar el cinturón puesto, no me maté. Pues como puede, ya que entre la sangre y el dolor me encontraba muy mal, me quité el cinturón, logré salir de debajo del airbag y me quedé de pie, en la carretera, tratando de taponar los agujeros por los que se me escapaba la sangre. Delante de mí, de pie, vi al conductor del camión. '¿Cómo estás? ¿Cómo estás?', me preguntaba. Me dio la impresión de que estaba en shock. 'Llama a la ambulancia', le dije, viendo que no hacia nada, solo seguir allí, de pie, preguntándome cómo estaba. Al final llamó, y al poco rato llegó la ambulancia. Los enfermeros me examinaron, me entraron en ella, me estabilizaron y tuvimos que esperar a que llegara la policía para que hiciera el atestado. Luego, con urgencia, me llevaron a la clínica Rotger donde me examinaron más en profundidad. Seguramente, tratando de detectar alguna lesión interna, me hicieron radiografías, encontrando el esternón bastante mal parado, me miraron el corazón y … ¡Pues yo qué sé! Está claro que me hicieron todo tipo de pruebas. Y lo cierto es que me trataron muy bien, no solo ese día, sino los ocho que estuve ingresado.

Estado en el que quedó el coche.

Naturalmente, ahora está de baja, ¿no?
Cómo mínimo, durante tres meses. Porque me sigue doliendo el pecho, el cuello, tengo dificultades para caminar, no siento la pierna derecha, pese a lo cual, aunque con dificultad, puedo caminar. Pero poco …

Cuándo echa la vista atrás, y llega al día 20 de marzo, ¿qué piensa?
Que ese día volví a nacer. Que fue todo muy rápido. Sin perder de vista la carretera, iba pensando en la clase que iba a dar por la tarde, cuando de pronto aquella enorme masa blanca se me vino encima. Fue…. ¡Indescriptible! En décimas de segundo cambio todo. Menos mal que salió el airbag y que llevaba el cinturón puesto, que sino, hoy no estoy aquí. Gracias a eso, y a que durante toda mi vida he practicado deporte, lo cual me ha fortalecido tanto física como mentalmente. Y en estas circunstancias, la mente juega un gran papel.

¿Se ha puesto en contacto con usted el chófer del camión?
Pues no. En todo este tiempo no he recibido ninguna llamada de él. Nada. Ni siquiera una llamada para preguntarme cómo estaba, o si necesitaba algo … Yo, en su caso, lo hubiera hecho, pues ¿qué menos, ¿no?! Pues él, nada.

Y ahora ¿qué?
Pues ahora veo la vida de forma distinta a cómo la veía antes de tener el accidente. Veo las cosas de otra manera, dando importancia a lo que no daba y valorando mucho más que antes lo que poseo. Tampoco tengo prisa, sino que me lo tomo todo con más tranquilidad, pensando las cosas, no precipitándome. Y no te das cuenta de ese cambio hasta que lo piensas, y piensas que eso es así porque ese golpe que acabas de recibir, golpe que te podía haber mandado al otro mundo, te hace ver todo diferente a cómo lo veías hasta ese momento. También pienso qué lo que me ha pasado es, o que la vida me ha dado otra oportunidad, o porque mi momento de partir no había llegado aún. Por eso he cambiado la mentalidad.

¿Cómo ha reaccionado la familia?
Bien, apoyándome. Lo único que me sabe mal es que he mentido a mi madre…

¿Mentido? ¿En qué?
Cuando me vino a ver mi hermano le pedí que no se lo contara a nuestra madre. Tiene 98 años, y aunque está muy lúcida, no quiero darle ningún disgusto, ni preocuparla. Incluso preparamos la visita que le haría una vez repuesto, quedando con ella en un bar que hay al lado de su casa, que suele ser donde nos encontramos casi siempre. Ella estaba allí, esperándome, cuando yo llegué con las muletas y el collarín. Antes de encontrarnos, me quité ambas cosas y las dejé donde no las viera, luego, despacito, me acerqué a ella, que se alegró al verme. Me dijo que me veía bien, y me preguntó que por qué había tardado tantos días en ir a verla. «Porque he ido con los chicos del gimnasio a la Península -le dije-, a participar en un campeonato de España de taekwondo». Ella se me quedó mirando. Luego sonrió y me dijo: «¿No me mentirás, eh?» Yo bajé la cabeza y le dije que no. Ya ves tú, a mi edad, engañando a mi madre. Pero mejor que no lo sepa, porque como madre que es, seguro que se hubiera llevado un disgusto. Y total, ¿para qué? Y más si estoy vivo y, aunque lentamente, voy mejorando. Pero, de verdad, nunca imaginé que alguna vez pudiera mentir a mi madre, y más sobre algo que me pudo costar la vida. Aunque mejor eso, mentirla, que haber tenido que escuchar que había muerto.

¿Qué va a pasar ahora?
Pues a ver que dicen los abogados, porque lo que es el coche, ha quedado para el desguace. Y en cuanto a mi … Pues a seguir recuperándome para aprovechar esta segunda oportunidad que me ha dado la vida.