Sergio Rodríguez, diputado de Vox y exsecretario general del partido. | Jaume Morey

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Sergio Rodríguez acaba de presentar su dimisión como secretario general de Vox.  Admite que hay diferencias pero dice que es momento de estar unidos.

¿Por qué ha dimitido?
Llevo como secretario general desde que se montó ACTUA Balears y, cuando se fue Jorge Campos, me sentí en la obligación de dar una cierta continuidad, pero ahora que soy portavoz adjunto, creo que ya ha finalizado mi ciclo en este cargo.

Eso es lo que se dice después de cada dimisión, pero en Vox se ha visto que hay divisiones.
Vox, como los demás partidos, está formado por personas que tienen diferentes criterios. Eso pasa en todos los partidos, aunque a lo mejor en el nuestro, por aquello de que hemos tenido un crecimiento exponencial, a veces se nos han reventado las costuras. Es cierto: hay diferencias en el seno de Vox, como en todos los partidos.

No en todos los partidos se ha ido un diputado del grupo...
Yo escuché las explicaciones del señor Cardona y no les acabé de ver sentido, sobre todo teniendo en cuenta el poco tiempo transcurrido desde el inicio de la legislatura. El grupo adoptó una posición mayoritaria, votar no al techo de gasto, cosa que él también hizo, y por las circunstancias que fueran, él decidió irse.

Pero el grupo de diputados ha quedado partido en dos: quienes apoyan a Jorge Campos y quienes apoyan a Fulgencio Coll.
Jorge Campos está jugando en otra liga. Es diputado nacional y se preocupa de otros temas. Yo puedo garantizar que Jorge Campos no ha intercedido para nada en las decisiones del grupo parlamentario ni tampoco le habríamos dejado.

¿Tampoco en la solución a la crisis con el PP por el catalán?
Él se enteró, como el resto de los afiliados, cuando fue público. En cuanto a Fulgencio Coll, he trabajado con él en el Ajuntament de Palma, hemos tenido diferencias en el trabajo diario, pero no grandes problemas.

¿Y con la dirección nacional? Vox ha cambiado mucho en su dirección. ¿Se siente cómodo?
Si no me sintiera cómodo, no estaría. Ahora mismo, con estas circunstancias tan complicadas, es momento de dejar aparcadas las diferencias que pueda haber, que suelen ser de enfoques. Con la dirección nacional no tengo ningún problema y espero que la dirección nacional no lo tenga conmigo.

Pero usted fue uno de los rebeldes que desatendió las indicaciones de Madrid con respecto al techo de gasto.
Yo soy rebelde desde los 14 años y espero que me entierren como un rebelde. Soy rebelde con los pactos de Sánchez, con lo políticamente correcto, con esta verdades que se han instaurado en el mundo de política...

Rebelde, pero no me contestado.
Creo que no fue una rebelión, sino que la dirección nacional no tenía todos los datos para evaluar la situación y desde aquí lo veíamos de otra manera. De hecho, a posteriori, hemos recibido el apoyo y la dirección nacional cree que hicimos lo correcto.

¿Está satisfecho con el resultado final del acuerdo con el PP?
En los momentos que hemos vivido, era el mejor acuerdo posible. Pero nosotros seguimos sin renunciar a nada y, si este plan no da los frutos deseados, seguiremos presionando para que se tomen otras decisiones.

¿Defiende que hay que devolver competencias al Estado?
Por supuesto. Por desgracia, UCD cedió educación porque no le dio importancia. Yo hubiera defendido, con mucha más tranquilidad, ceder a algunas comunidades competencias sobre la División Acorazada Brunete que sobre educación. Me da menos miedo un independentista con un tanque que manipulando la educación.

No es extraño que se le considere del ala dura de Vox, pero luego les molesta que se les califique de extrema derecha.
La derecha tradicional es una posición política que está a favor del gran capital, de los grandes empresarios... Yo no me identifico con eso. No somos un partido de derecha clásica, sino un movimiento social que busca un cambio social profundo de este país.

Es casi, casi la definición del falangismo.
La Falange Española tiene connotaciones negativas porque, después de la Guerra Civil, hubo un régimen que se apropia de muchos de sus emblemas y eslóganes clásicos. Insisto: soy una persona defensora de los trabajadores, de la justicia social, de un principio de soberanía nacional    con intervención estatal en algunos aspectos de la economía. No soy un neoliberal ni un capitalista salvaje; me considero un patriota y creo que todo, incluida la economía, tiene que estar al servicio de la nación.

Habla de patriotismo, ¿qué opina de que algunos guardias civiles hayan prometido defender con su sangre el país?
Juré bandera y juré derramar mi sangre en defensa de la unidad de España. No dudo de que todos los que hicimos el juramento estaremos dispuestos a defender la unidad de España, si hace falta derramando hasta la último gota de sangre.

¿Y por la amnistía?
El problema no es solo la amnistía sino todo lo que se ha pactado: los relatores, la ruptura del Estado, el referéndum, los privilegios forales.. Si esto sigue así, no puede acabar bien.