Helena y Ali, desde el balcón de uno de los pisos okupados. | M. À. Cañellas -

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El histórico Club Puerto Rico, conocido por ser uno de los prostíbulos de la calle Joan Bauzà, en Palma, cerró sus puertas en la pandemia. Desde ese momento, el edificio entero se okupó ilegalmente. Por las noches se sembraba el terror en esta calle: peleas, gritos y muchas visitas de la Policía Nacional. Un grupo de personas empezó a autogestionar la planta de arriba y los dos bajos. Eran conocidos como «los dueños okupas». Helena Eastman, de 34 años, entró en uno de los inmuebles en septiembre de 2023. Fue víctima de numerosos abusos sexuales y ha vivido con miedo los últimos meses. Hoy es de las pocas inquilinas que quedan en el bloque.

El próximo martes, día 30, se procederá al desalojo completo. Todavía se desconoce el futuro de este controvertido edificio, aunque estos días han circulado rumores de una posible compra por parte del Hotel Nou Balear, pero este periódico lo ha podido desmentir. Lo que sí han constatado desde el hotel, como algunos vecinos de la zona, es que los okupas del Club Puerto Rico eran problemáticos y la calle se volvía peligrosa por la noche.

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La historia de Helena, la última inquilina en entrar, es de película de terror. Madre de dos hijos –que no viven con ella–, acudió allí porque no tenía donde dormir. «Le pedí a las personas que gestionaban los pisos –okupas– si podía dormir esa noche. Me dijeron que sí, pero luego fui víctima de abusos sexuales. Me encerraron durante cuatro o cinco días y ellos mismos me drogaron», confiesa consternada.

A Helena le ofrecieron un contrato de alquiler, pero cuando se percató de que no era real invadió uno de los pisos de la primera planta a pesar de las amenazas que recibía prácticamente a diario.

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Peligros

Helena está acompañada por su novio Ali Tchiouti, de 43 años, y su perra. «Han intentado entrar muchas veces, hemos tenido que encararnos con otros inquilinos», narra Ali durante la entrevista en el piso, que tuvieron que pintar y acondicionar para poder vivir. De hecho, no tienen ni luz ni agua. Utilizan bombonas de butano para cocinar y acuden con botellas de plástico a buscar agua a las fuentes. «La pasada noche, a un inquilino le pegaron una paliza. Tuve que limpiar la sangre de la calle. La policía acudió», cuenta Helena mientras señala las manchas de sangre.

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La mujer está diagnosticada con trastorno por déficit de atención e hiperactividad y trastorno límite de la personalidad. Aunque está tratada, tuvo momentos de recaída en la droga. En noviembre de 2022 ingresó voluntariamente en el Instituto Noa, en Sevilla. Su padre le ayuda a nivel económico. Sin embargo, ella tiene un contrato laboral en una empresa de la Isla aunque ahora está de baja. Dice que percibe un subsidio por incapacidad temporal por contingencia común. «Vivir aquí y de esta forma es muy duro. Apenas duermo. Mi perra me ha salvado muchas veces la vida. Pero buscamos un lugar digno para alquilar. Tenemos el dinero», asegura.

Más acción en Pere Garau

Desde la plataforma Flipau amb Pere Garau, el portavoz Nael Falo asegura que la calle Joan Bauzà ha sido históricamente conocida por su aglomeración de clubs de noche donde se practica la prostitución. Aparte del Club Puerto Rico, a pocos metros está el Club Nebraska. La plataforma lleva tiempo reclamando al Ajuntament de Palma «atención e inversiones prioritarias para las zonas más degradadas de la barriada».

Según explica, existe un fuerte contraste socioeconómico entre la calle Aragón y el cuadrilátero conformado por las calles Barceló i Combis, Manacor, Capità Vila y Francisco Manuel de los Herreros. Por ello, Falo cree que resulta «imprescindible la activación de las múltiples viviendas y algún edificio completo abandonado desde hace años que degradan de forma evidente el paisaje urbano».