Curación. Cuando por fin le dieron el diagnóstico a Núria todo cambió para esta familia. La normalidad llegó, paradójicamente, con la pandemia. | Pere Bota

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Malaika’ es una palabra que lleva tatuada en su corazón la familia Martínez-Alzamora. ‘Malaika’ es una palabra suajili que en castellano se traduce como ‘princesa’. También es la canción que salvó a Núria Martínez, de 8 años, cuando tenía meses de vida.

El payaso Pildorín, de Sonrisa Médica, apareció cuando Ismael Martínez y Marga Alzamora más lo necesitaban. Marga dio a luz el 25 de diciembre de 2015 a Marc y a Núria de forma prematura, porque todavía se encontraba en su sexto mes de embarazo. En el caso de la niña vieron que no se estaba desarrollando como tocaba. No comía, su sistema inmune era muy débil, y mientras todos esos problemas aparecían, sin ningún diagnóstico médico todavía, Marga e Ismael tenían que cuidar de su otro hijo, Marc, que se ponía enfermo cada vez que su hermana lo estaba. Llegó un punto en que si Núria ingresaba, Marc también debido a los virus que ella le contagiaba.

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«En una de las hospitalizaciones, en la habitación 115 del Hospital Son Espases, veíamos en Núria esos ojos de ‘ya no puedo más’. Se estaba apagando lentamente. Ya nos habíamos preparado a nivel psicológico para este momento, para un posible duelo». Núria llevaba 3 días sin comer nada, prosigue Ismael, «Y, de pronto, apareció el payaso Pildorín. Yo pensé, en voz baja, sobre su presencia: No estamos para fiestas, no tenemos ganas de un payaso. Pero, ya desesperados, el payaso empezó a tocar la guitarra y a cantar la canción de ‘Malika’. Era nuestra última bala. Núria abrió los ojos e hizo ademán de querer comer», rememora Ismael. La presencia de ese payaso fue clave para que la niña pudiera volver a ingerir líquido y para dar pistas a los médicos de que su problema de salud no era neurológico, como creían, sino fisiológico.

Esta impresionante historia la recuerdan hoy estos padres coraje junto a sus dos hijos, que en esta entrevista, en el Parc de sa Feixina, juegan de forma insaciable y con una salud de caballo. Pero hasta llegar a este punto, han sido mucho los sufrimientos y miedos que ha pasado esta familia, procedente de Santa Margalida. Sonrisa Médica ha presenciado cada paso de esta niña, de su hermano y de estos padres durante unos años.

La pequeña Núria ha crecido entre hospitales. Durante dos años solo se alimentaba a través de una sonda, hasta que finalmente, en 2017, con casi 2 años de edad, llegó el diagnóstico final: úlceras desde la laringe hasta el estómago.

Cuando por fin dieron con el problema, llegaron los primeros respiros, porque hasta entonces la familia tenía que acudir casi a diario al Hospital Son Espases, no solo para ingresar a Núria por problemas colaterales de su dolencia, sino que también ingresaban a Marc. «El diagnóstico nos tranquilizó porque hasta ahora pensábamos que tendría problemas neuronales. Incluso nos llegaron a decir que Núria podría acarrear problemas muy serios», comenta Marga, quien lamenta que «he visto a mi hija siendo tan bebé con esa cara de no poder más. Como padres, es muy duro».

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Marga e Ismael contabilizan «más de 30 ingresos» de Núria. Pero en esta historia, aunque su hermano fue fundamental para la niña, porque ambos están muy unidos, destaca la presencia de payasos como Pildorín o SinTesis, así como muchos otros que cada vez que la niña ingresaba acudían a tranquilizarla y a cantarle la canción de ‘Malaika’. De hecho, aunque hoy Núria tiene 8 años, confiesa que «sigue siendo mi canción favorita porque me transmite paz».

A día de hoy, Núria ya no tiene secuelas, aunque ha tenido que aprender a comer otra comida que no fuera la del hospital y a superar miedos con ciertos alimentos, confiesa su padre. La normalidad llegó, paradójicamente, con la pandemia. Desde ahí se puede decir que la niña está prácticamente curada.

La introducción de alimentos ha sido paulatina, pero lo bueno de esta historia es que, para Núria, un hospital es un lugar de alegría porque están sus payasos; para Marc, el ‘clown’ es sinónimo de tranquilidad y para los padres, Sonrisa Médica se ha convertido en otra familia y creen que «son la imagen positiva de un hospital para los momentos difíciles».