El Bar Cabrera recogiendo el premio a mejor Pa amb Oli de la mano de Pedro Rullán. | M. À. Cañellas

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«En la tierra donde crecen, cada producto se expresa», esta fue una de las píldoras de sabiduría que dejó en su intervención la chef Carme Ruscalleda. Y es que de la misma manera que cada alimento tiene su idiosincrasia y evoluciona de forma singular cada uno de los 7.000 negocios de restauración que nos hacen disfrutar a diario configuran una parte de nuestra identidad. Todos tuvieron ayer representación en la gala de los II Premis Gastronòmics Mallorca en lo que fue toda una celebración del oficio de cocinar y del arte del comer.

Tradición, vanguardia, bares de barrio y pequeños productores se dieron cita en una velada con clara vocación de reconocimiento al esfuerzo y la creatividad con un espíritu decidido a hacer piña a favor de la identidad gastronómica de aquí.

Historias y sabores
El Auditòrium de Palma acogió otro año más, y ya van dos, una velada para unir y distinguir a cada eslabón de lo que podríamos definir como una cadena alimenticia social en la que cada uno se retroalimenta de los demás para configurar un mosaico rico en sabores, recuerdos e historias.

Una pluralidad para celebrar, compartir en un momento dulce para la gastronomía mallorquina gracias a grandes nombres como los que subieron al escenario y los que no. Desde la base y desde los cielos estrellados de Michelin es el momento para consolidar, potenciar y dar a conocer un patrimonio culinario que es uno de los secretos mejor guardados (y a veces tristemente olvidados) de la Isla.

La gala los II Premis Gastronòmics Mallorca dejó ayer un inmejorable sabor de boca a todos los asistentes gracias a saber seguir minuciosamente los pasos de la receta de nuestra identidad y añadirle el ingrediente secreto que no es otro que la pasión por compartir lo mejor que tenemos. ¡Salut!