Los responsables de las entidades Jaume Alemany, Teresa Riera y Toni Moyà. | Itziar F. Landero

TW
1

Las entidades sociales de la Iglesia advierten de un nuevo perfil entre las personas sin hogar: trabajadores o familias con hijos y contratos laborales fijos, que no pueden hacer frente al precio de la vivienda. La Sapiència, Sojorn y Càritas atendieron en 2023 a 815 personas en Mallorca, lo que implica el máximo de plazas de las que disponen, y alertan de que tienen lista de espera, pues continuamente niegan la entrada a nuevas personas por falta de capacidad.

«Cada día vemos como los precios del alquiler aumentan, como cada vez más familias no pueden ejercer su derecho a una vivienda digna, como crecen los asentamientos y el número de persas en situación de calle. El último recuento que hizo el IMAS en el mes de marzo de este año contaba, solo en Ciutat, 209 personas en situación de calle; cifra que estimamos mucho más alta si la hiciéramos a día de hoy», ha dicho la técnica del servicio de personas sin hogar de Càritas Mallorca Teresa Riera.

Bajo el lema 'Caminemos juntos', las entidades quieren poner el foco, a través de historias reales, del día a día de las personas que viven en la calle y las dificultades que afrontan. Con ello quieren sensibilizar a toda la población; denunciar y cuestionar los modelos socioeconómicos que tiene mayor impacto en personas vulnerables; proporcionar herramientas para la denuncia y la incidencia; y hacer una llamada de a la acción. Por ello, este año se llevaran a cabo tres actos los días 27 y 30 de octubre y el 9 de noviembre para dar visibilidad a esta problemática.

El director de la Fundació Social La Sapiència, Toni Moyà, ha ofrecido una radiografía de los diferentes perfiles que se atienden desde el centro social. Por un lado, a personas solas o familias con niños que tienen contratos de trabajo y no pueden asumir un coste elevado de alquiler: «Hace año la demanda que teníamos era de personas que no tenían casa porque no trabajaban. Buscaban trabajo y se iban. En cambio, ahora tenemos a gente con contrato indefinido que no llega a final de mes», ha asegurado.

Otros de los perfiles son personas mayores de 65 años que están solas, con una pensión baja y sin poder acceder a una residencia por no tener un grado de dependencia; enfermos psíquicos que están solos, que son «los nuevos excluidos»; y a migrantes que están a la espera de regularizar su situación. «No había visto tanta gente mayor en centros de acogida como ahora, no por que malvivan sino porque envejecen. La situación es que llegan, envejecen ,enferman y mueren en los centros», ha lamentado Moyà.

Este cambio de paradigma ha obligado a entidades como Sojorn a cambiar el enfoque de su centro y la atención que presta: «No nacimos con la idea de acoger a familias, pero lo estamos haciendo porque hay muy pocos recursos para ellas», ha explicado el responsable del programa Jaume Alemany. «Ahora tenemos diez familias y vemos continuamente el drama de separar a los padres de sus hijos». Una madre soltera y migrante con dos hijas; un matrimonio con un hija de siete años y dos mellizos de un año y medio de vida que no pueden pagar la subida del alquiler que tenían; y una pareja con una niña que vivía con sus suegros hasta que hubo desavenencias. Estas son tres historias reales de tres familias que están en estos momentos atendidas en Sojorn.