En su discurso navideño, don Juan Carlos pidió a los españoles la
«plena confianza en el futuro» que «puede y debe» tener un país
como España, que ha sabido «realizar transformaciones históricas»,
para afrontar ahora los cambios y transformaciones que vive un
mundo «que se mueve cada vez más por estímulos globales».
Como ha venido haciendo a lo largo del año, el Rey expresó su
condena a la actividad «rotundamente inmoral» del terrorismo, en un
discurso dedicado a repasar la vida de España en este año 2002 que
termina. Reclamó el Rey solidaridad y ayuda para las personas más
desfavorecidas de la sociedad, como aquellas que están atrapadas
por drogodependencias, o quienes padecen discapacidades, y también
recordó el deber de protección para «los menores y mujeres que
sufren abusos y malos tratos».
Las palabras de don Juan Carlos incluyeron muy directas llamadas
para que la sociedad preste «aún mayor atención» a la juventud, y
no desperdicie el saber de quienes «acumulan mayor experiencia».
Pero también dio un toque de atención a las edades en que las
empresas están jubilando a sus empleados al aludir a «los
ciudadanos de edad con excelente formación y experiencia», y dijo
que «sería un derroche prescindir de ese capital humano y de los
grandes servicios que pueden prestar».
La defensa y conservación del medio ambiente, «un legado único e
irrepetible, fuente de vida y progreso, que tenemos la obligación
de transmitir a las futuras generaciones», ocupó parte destacada de
su alocución. «El desastre ocurrido en Galicia -afirmó- nos enseña
que esta debe ser una de nuestras principales preocupaciones». El
Jefe del Estado anticipó un claro elogio a la Constitución, que en
2003 cumple su vigésimo quinto aniversario, que «nos ha aportado un
modelo equilibrado de convivencia» y garantiza «los derechos y
libertades de todos los españoles por igual».
Esa Constitución, añadió, «legitima a la sociedad democrática
para combatir toda actividad terrorista» dentro del Estado de
Derecho. «No nos cansaremos de decir que el terrorismo no tiene
justificación; es un crimen cobarde y un secuestro de las
libertades», dijo el Rey. A las víctimas del terrorismo, que han
sufrido un «desgarro despiadado», don Juan Carlos envió su afecto y
el de su familia, para a continuación expresar su «gratitud
profunda» a los miembros de las fuerzas de seguridad «que dedican
sus vidas a velar por nuestros derechos y libertades».
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