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Unas 1.500 personas, entre ellos personalidades políticas, asistieron ayer al funeral del ex senador y ex sacerdote catalán Lluís María Xirinacs, que tuvo lugar en la Iglesia de Santa Maria del Mar de Barcelona. La misa concluyó con casi quince minutos de aplausos seguidos del canto del 'Virolai' y 'Els Segadors'. Algunos de los asistentes fueron el vicepresidente de la Generalitat, Josep Lluís Carod-Rovira (ERC), quien ocupó la segunda fila junto al presidente de ERC de Barcelona, Jordi Portabella. También acudió el diputado republicano del Congreso Joan Tardà.

Del resto de formaciones acudieron el portavoz de CiU en el Parlament, Felip Puig, que ocupó la primera fila, y la portavoz de ICV-EUiA, Dolors Camats, quien explicó que Xirinacs era un «luchador que vivió defendiendo posturas incómodas» y señaló que era «muy trasversal», lo que le permitió entenderse con todos los demócratas. «Todo el mundo que ha venido quiere reconocer su lucha y su convicción», dijo.

Por su parte, en representación del Ayuntamiento de Barcelona asistió el alcalde accidental de la ciudad, Ramón García-Bragado. Sin embargo, la presencia de los políticos iba en contra de la voluntad expresada por la Fundació Randa, a la que el ex senador pertenecía.

El cuerpo de Xirinacs fue encontrado en una zona boscosa de Ogassa (Girona) el 11 de agosto. Posteriormente se encontró una carta de despedida en su despacho firmada el 6 de agosto, día de su 75 aniversario, en la que lamentaba ser un «esclavo» en una nación ocupada y con unos líderes caracterizados por su «cobardía». En la misa, oficiada por Jordi Esteller, se recordó la personalidad de Xirinacs como un cristiano «un poco místico». También se expresó que su lucha por la independencia catalana se truncó por la «constatación de que aquello a lo que se sentía llamado molestaba a los demás».

Durante la misa se dijo que «fue un hombre molesto» porque «no quiso resignarse a vivir en la mediocridad». Tras estas palabras, los asistentes hicieron unas plegarias, entre las cuales una se dirigió a «Catalunya y todas las naciones que ven poco o nada reconocidos sus derechos». El cuerpo de Xirinacs permaneció en la plaza del Fossar de les Moreres, donde pudo ser visitado hasta las 16 horas y donde ondeaban las banderas de Barcelona, de Catalunya y la republicana.