Son algunas de las conclusiones de la encuesta «Las invisibles», elaborada por el Club Malasmadres, presentada este martes y en la que han participado 94.182 mujeres de España.
El objetivo de esta encuesta -elaborada en febrero, antes del confinamiento por la crisis sanitaria del coronavirus- es radiografiar cómo la maternidad es una fuente de discriminación para las mujeres en tres ámbitos: el profesional, el familiar y el social.
El 22 % de las encuestadas asegura que ha perdido su puesto de trabajo al ser madre: un 11 % renunció a él por no poder compatibilizarlo con la crianza, un 6 % fue despedida y a otro 6 % no le renovaron el contrato.
Más de un tercio, el 37 %, afirma que ha sufrido «mobbing maternal», esto es, discriminación directa de su empresa por haber tenido un hijo: el 22 % dejó de crecer profesionalmente, el 8 % vio mermadas sus responsabilidades y otro 8 % ha sufrido discriminación por parte de sus compañeros.
Hasta un 75 % de las mujeres consultadas sostiene que su vida laboral se ha visto afectada como consecuencia de la maternidad y el 70 % confiesa que se siente sola ante la crianza por la falta de corresponsabilidad y apoyos a la conciliación.
Sólo el 16 % de las madres españolas disfrutan de una jornada laboral intensiva durante todo el año.
En cuanto a la crianza y la educación de los hijos, siete de cada diez confiesan sentirse solas y seis de cada diez sienten culpabilidad por la sensación de no poder llegar a todo.
Nada más nacer los hijos, durante el permiso de maternidad, el 75 % indica que su pareja es su principal apoyo, pero esa cifra se reduce ostensiblemente a medida que los pequeños crecen.
Así, en la etapa de 0 a 3 años, el apoyo de los padres como figura de corresponsabilidad disminuye al 6 %, siendo las escuelas (37 %) y las abuelas (18 %) las principales aliadas en el cuidado.
A partir de los 3 años, cuando los menores se ponen enfermos y hay que recogerlos del colegio, son las madres las que interrumpen su jornada laboral (38 % de los casos) y las abuelas (36 %), mientras que en el caso de los padres el porcentaje es mucho menor (8 %).
Por último, el estudio sociológico concluye que el 68 % de las madres habría deseado tener más hijos, pero no lo ha hecho por la falta de medidas de conciliación, de tiempo o por motivos económicos.
La fundadora del Club Malasmadres, Laura Baena, ha denunciado cómo esos «duros resultados» evidencian las barreras estructurales que tienen las mujeres cuando afrontan la maternidad, unas barreras aún invisibles.
«Las medidas de conciliación están obsoletas y no son válidas porque las excedencias y las reducciones de jornada son prácticamente femenina, no son medidas de conciliación porque son sólo para nosotras. (...) Las consecuencias de la falta de conciliación y apoyo son brutales en materia de salud pública, desigualdad social y brecha digital», ha lamentado.
3 comentarios
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Tener hijos con las perspectivas que hay es para pensarselo mucho. Luego viene el divorcio del padre y a pedirle a el responsabilidades y pension y si no, denuncia al canto. Mejor no tengais. Y lo digo mas por los hombres que ppr nosotras. Ellos pierden siempre. Y tal como esta la cosa, elxfuturo para los niños es pésimo.
Y si se diera la casualidad de que algunas de estas mujeres que pierden el puesto de trabajo tuvieran un marido que las pudieran mantener a ellas y al hijos ¿qué habría de malo? Si hace 2 ó 3 generaciones la gran mayoría de mujeres hubiera trabajado fuera del hogar muchos de nosotros quizás no estaríamos aquí. Lo ideal sería que la mujer tuviera DERECHO (no que fuera presionada por la sociedad o su círculo de amistades) a trabajar fuera de casa y, a la vez, que no se estigmatizara a la que voluntariamente optase por ser ama de casa, porque sus circunstancias económicas y familiares se lo permitieran. Hay que teneer en cuenta que hay familias en que trabajan los dos progenitores porque son víctimas del consumismo (quieren tener un móvil de gama alta cada uno, dos buenos coches, hacer dos viajes a destinos lejanos al año, etc.). Antes la gente se conformaba con poco y era menos envidiosa.
Una feminista mallorquina, con cierto peso en una organización política, me dijo una vez que las mujeres se estaban acostumbrando a quererlo todo, pero que todo no podía ser. Me lo dijo cenando una noche en Puerto Alcudia y no sé si lo dijo por el vino o por convicción.