Los avances científicos de los siglos XX y XXI han propiciado una gran evolución en la comprensión de la muerte. Al mismo tiempo, durante décadas, las personas que han sobrevivido a un 'encuentro' con la muerte han recordado episodios lúcidos inexplicables que implican una mayor conciencia y conocimiento. Estos episodios se han descrito con el término popular, aunque mal definido científicamente, de experiencias cercanas a la muerte (ECM). Ahora, un equipo multidisciplinar internacionale, dirigido por el doctor Sam Parnia, director de Investigación de Cuidados Críticos y Reanimación de la Facultad de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York (Estados Unidos), ha publicado una declaración de consenso multidisciplinar sobre qué son las ECM.
Este estudio, en el que se examinan las pruebas científicas acumuladas hasta la fecha, representa la primera declaración de consenso revisada por expertos para el estudio científico de las experiencias cercanas a la muerte. Gracias a los avances en la medicina de reanimación y de cuidados críticos, muchas personas han sobrevivido a encuentros con la muerte o a estar cerca de ella. Estas personas (que se calcula que son cientos de millones en todo el mundo, según estudios poblacionales anteriores) han descrito de forma sistemática las experiencias cercanas a la muerte, que implican un conjunto único de recuerdos mentales con temas universales. Las experiencias cercanas a la muerte no se corresponden con alucinaciones, ilusiones o experiencias inducidas por drogas psicodélicas, según varios estudios publicados anteriormente.
En cambio, siguen un arco narrativo específico que implica una percepción de: la separación del cuerpo con un elevado y vasto sentido de la conciencia y el reconocimiento de la muerte; el viaje a un destino; una revisión significativa y con propósito de la vida, que implica un análisis crítico de todas las acciones, intenciones y pensamientos hacia los demás; una percepción de estar en un lugar que se siente como «hogar»; y y el regreso a la vida. Según estos investigadores, no obstante, la experiencia de la muerte culmina en subtemas separados no identificados previamente y se asocia con «una transformación y crecimiento psicológico positivo a largo plazo». Los estudios que demuestran la aparición de actividad gamma y picos eléctricos, que suelen ser un signo de estados de conciencia elevados en la electroencefalografía (EEG) en relación con la muerte, respaldan aún más las afirmaciones de millones de personas que han declarado haber experimentado lucidez y conciencia elevada en relación con la muerte.
Las experiencias aterradoras o angustiosas en relación con la muerte no suelen compartir los mismos temas, ni la misma narrativa, cualidades trascendentes, inefabilidad y efectos transformadores positivos. «La parada cardíaca no es un infarto, sino que representa la fase final de una enfermedad o acontecimiento que provoca la muerte de una persona. La llegada de la reanimación cardiopulmonar (RCP) nos demostró que la muerte no es un estado absoluto, sino que es un proceso que puede revertirse en algunas personas incluso después de haberse iniciado», explica el autor principal del documento, Sam Parnia. Lo que ha permitido el estudio científico de la muerte es que las células cerebrales no se dañan de forma irreversible a los pocos minutos de la privación de oxígeno cuando el corazón se detiene. «En cambio, 'mueren' a lo largo de horas. Esto está permitiendo a los científicos estudiar objetivamente los acontecimientos fisiológicos y mentales que se producen en relación con la muerte», apunta el científico. Hasta ahora, según estos investigadores, la evidencia científica sugiere que ni los procesos fisiológicos ni los cognitivos terminan con la muerte y que, aunque los estudios sistemáticos no han podido probar absolutamente la realidad o el significado de las experiencias y afirmaciones de conciencia de los pacientes en relación con la muerte, tampoco ha sido posible descartarlas. «Son pocos los estudios que han explorado lo que ocurre cuando morimos de forma objetiva y científica, pero estos hallazgos ofrecen perspectivas intrigantes sobre la existencia de la conciencia en los seres humanos y pueden allanar el camino para nuevas investigaciones», concluye Parnia.
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