Agostado y lleno de grafitis. Así está amaneciendo el bosque urbano, situado en el Canódromo. Solo han pasado dos años desde su inauguración, pero una visita a la zona muestra su aspecto más desolador. Las pintadas vandálicas campan a sus anchas, se lamentan los vecinos. No respetan ni el mobiliario del parque, ni los muros de marés que cercan la zona. Y entre los damnificados, el Núvol de Albert Pinya, que donó al Ajuntament de Palma. Ni siquiera la icónica escultura se ha librado del efecto pernicioso del spray.
El Canódromo: un drama grafitero solo dos años después de su estreno
El Bosque Urbano sufre los rigores del verano pero también el vandalismo
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