Numeroso público acudió al pleno de este jueves | Jaume Morey

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Los jubilados de Palma estaban muy atareados. Desde las ocho de la mañana ya había colas en algunas agencias de viajes a la espera de cazar alguna de las plazas de los viajes del Imserso, seguramente a Benidorm. Y a las diez de la mañana, los bancos del público de la sala de plenos del Consistorio se habían abarrotado con miembros de la tercera edad. En primera fila se encontraba Jero Marqués Ratier, con un cartel de la Federació de Persones Majors de la Ciutat de Palma, que preside.

Venían recalentados e indignados. «No nos vendemos por una porcella», clamaban el 80 por ciento de los asistentes al pleno, en alusión a las acusaciones socialistas que surgieron este verano por un contrato menor destinado a sufragar el autobús que llevó a un buen número de jubilados a una comida en Binicomprat. Aunque los socialistas no criticaron la finalidad de esta ayuda, sino las maneras.

Durante las dos primeras horas de pleno los mayores aguantaron estoicamente el árido debate por la aprobación de las nuevas ordenanzas fiscales. Y aplaudían y vitoreaban al PP mientras abucheaban al PSOE. Un circo romano con tintes tributarios. A mediodía los mayores, sobre todo ellas, se iban con prisas: «Tengo que preparar la comida para mi nieta, que viene del cole».

Dolores y María Luisa discutían. «Es que nos criticaron», decía una. «Y por un plato de lechona», añadía la otra. Ambas fueron a Cort «a ver si solucionamos algo: el alcalde nos prometió un ascensor en la asociación y no ha llegado aún». Al final, Dolores confesaba que «si te digo la verdad, no me he enterado de nada». Un reflejo de la vida misma.