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A. POL/J. SOCIES La producción de alcaparra de Mallorca está en horas bajas. Ni en Campos ni en Llubí, dos de los pueblos por antonomasia productores de las apreciadas tàperes, se puede encontrar este producto para comprarlo. Las últimas portasses donde se vendían han cerrado, y ahora sólo se recoge la producción de auto consumo. «¡La alcaparra ha muerto!», señalaba un campesino.

Hace unos años, durante la etapa del Pacte de Progrés, el conseller Mateu Morro quiso dar un impulso al sector promoviendo de nuevo la venta de alcaparras en los dos municipios pero, ahora ya es imposible adquirir un puñado de alcaparras para hacer en vinagre. A la mala cosecha de este año, debido a las lluvias de mayo y junio, se tiene que añadir el desinterés creciente por este producto y su bajo precio que no compensan al productor las horas destinadas a la recogida. Se ha pasado de las 63 toneladas que la cooperativa Sa Llubinera recogió en 1987 a la escasa tonelada y media del año pasado. Dado el stock acumulado de la temporada pasada, es posible que este verano ni compre.

Sin la ayuda de las instituciones, la alcaparra mallorquina difícilmente puede competir con la forastera. La razón es muy sencilla: mientras que la de aquí, al por mayor, cuesta entre cinco y seis euros el quilogramo, el precio de la marroquí y la peninsular no excede los dos euros.