Miquel Pieras, en un espacio con historia como la Plaça del Bestiar. | J.R.

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Miquel Pieras Villalonga (Inca, 1970) es desde el pasado mes de julio el nuevo Cronista Oficial de la Ciutat d’Inca, relevando a su padre, Gabriel Pieras. Licenciado en Geografía e Historia, es profesor de enseñanza secundaria. Ha llevado a cabo una importante tarea de investigación histórica con Inca como eje principal.

¿Es Inca un municipio cuya población tiene un especial desconocimiento de su historia?
—Se dan varias circunstancias. Hay un sector que ha llegado al municipio hace poco y desconocen las raíces y existe otro que, simplemente, no les dejaron conocerlas porque, en el pasado, la escuela iba por otros derroteros. Aún así, existe mucha gente en Inca que sí sabe cuáles son sus raíces, conocen Sant Abdon y Sant Senén o el Constància y tienen conocimientos muy sólidos sobre diversos aspectos de la historia del municipio.

La función de un cronista debe ser la de recopilar todo este legado...
—Es cierto que es mucho mejor si una persona se encarga de esta tarea, pero en Inca hay muchas entidades que también lo hacen. Es el caso de la Obra Cultural, la banda de música, el Constància, l’Harpa d’Inca,... que sí se han preocupado de sus orígenes y de divulgarlos. Mi padre ha colaborado con ellos para guiarlos y que descubrieran su pasado.

En un mundo tan digitalizado, ¿es más fácil trabajar esta información?
—De todas formas, con las nuevas tecnologías muchas veces las cosas se pierden. En Inca ahora ya existe la figura del archivero, que se encarga de recopilar documentación, aunque yo siempre estoy alerta y, cuando escucho a alguien decir que tiene ‘papeles’ por su casa y que no sabe qué hacer con ellos les ruego que no los tiren, que los inspeccionaré y que quizá entre el material haya algo importante entre tanto.

Precisamente en estos casos se deben encontrar muchos tesoros...
—Entre esos ‘papeles’ puede haber documentos de mucho valor. Por ejemplo, me gustaría tener una foto de la primera vez que el Constància hizo campeón de Mallorca, en febrero de 1933, y fue recibido en el Ajuntament con los jugadores en el balcón. Esta imagen no la tenemos y quizá existe alguna foto y permanece escondida. Hay documentos que pueden parecer intrascendentes y no lo son.

¿Se está cuidando el patrimonio ‘inquer’?
—Mucho. En Inca se está llevando a cabo una tarea de conservación del patrimonio que es bastante buena. Los esfuerzos que se hacen en conservación patrimonial son muy destacables.

El patrimonio industrial es esencial, ¿cree que la población sabe de él?
—Es cierto que las fábricas son elementos que, a ojos inexpertos, pueden parecer carentes de valor si las comparamos con iglesias o edificios históricos. Aún así, en Inca existen una serie de fábricas que se construyeron bajo la dirección de arquitectos de prestigio, como la fábrica de electricidad cuya última reforma la hizo Enric Juncosa o la fábrica de Fluxà, que parte de un proyecto de Guillem Reynés.

Usted ha investigado muchos aspectos sociales y económicos de Inca, ¿cuál sería el resumen de este último siglo?
—En el último siglo se puede dibujar un gran ascenso hasta los años setenta y luego un descenso muy pronunciado. Es algo que les ocurre a todas las ciudades que tienen periodos de crecimiento y otros de declive. Desde la llegada del tren en 1875 hasta 1975, fue de constante crecimiento y pequeñas crisis. En el momento que Mallorca pasa a vivir del turismo, municipios como Inca, sa Pobla o Sineu dejan de generar la riqueza de antaño.

¿Qué cambios ha experimentado la población en Inca en el siglo XXI?
—En lo que llevamos de siglo es de las ciudades que ha crecido más de Mallorca. No ha expulsado población y si en el año 2000 teníamos poco más de veinte mil habitantes, ahora alcanzamos los 34.000, sin tener turismo. Tenemos que tener claro que somos una ciudad de clase obrera y el aumento de población conlleva nuevos retos de convivencia, pero también hay que decir que las sociedades diversas son sociedades ricas.

¿Cree que en Inca se ha cuidado la memoria histórica?
—En los últimos año se ha cuidado mucho, aunque ya en tiempos de Pere Rotger se proclamó Hijo Ilustre a Antoni Mateu, alcalde asesinado. También fuimos de los primeros pueblos en retirar el monumento de los caídos, a principios de los ochenta, y los nombres de calles franquistas. Se ha hecho mucho para que las figuras de los represaliados no caigan en el olvido, como los hermanos Sancho, Andreu París, Llorenç Beltran,....