Imagen del acto final de las Festes des Vermar. | TOMAS MONTES PALMER

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Binissalem ha vivido este domingo el emotivo cierre de sus Festes del Vermar con la misa solemne y la tradicional ofrenda a Santa Maria de Robines, el acto final de un mes lleno de actividades que rinde homenaje a la vendimia y a las raíces culturales de la localidad. Alrededor del mediodía, la iglesia parroquial ha acogido la ceremonia religiosa presidida por el obispo Sebastià Taltavull, una celebración cargada de fervor y tradición. Junto a él, destacadas autoridades se han dado cita para ser partícipes del cierre de las festividades. El delegado del Gobierno, Alfonso Rodríguez Badal, el comandante general de Baleares, Fernando Luís García, y el presidente del Consell, Llorenç Galmés, no han faltado a este esperado evento que cada año congrega a vecinos y visitantes de toda la isla.

Finalizada la misa, la atención se ha trasladado a la plaza de l’Esglèsia, donde una multitud ya aguardaba impaciente el inicio de la ofrenda. El periodista Onofre Pasqual, de IB3, ha sido el encargado de conducir el acto, que ha comenzado con la majestuosa aparición de los gegants locales, n’Aina y en Jaume. Estos gigantes, figuras esenciales en las festividades mallorquinas, celebraban en esta ocasión su mayoría de edad, recordando que fue en 2006 cuando fueron apadrinados por los gegants de Manacor, otro de los pueblos con fuerte tradición festiva.

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El ambiente festivo se ha ido intensificando a medida que Pasqual repasaba la historia de las Festes del Vermar, dando paso a los protagonistas de este año: los vermadors. Maria Lluïsa Martí, como vermadora major, ha encabezado el grupo acompañada por Marina Batle Balle y Maria Albis Bibiloni, las vermadores d’honor, junto a Bernat Moyà Torrens y los hermanos Sergi y Pau Lladó Sastre.
Estos últimos han sido los encargados de protagonizar uno de los momentos más simbólicos de la jornada: el pisado de la uva, del que brotó el primer mosto novell, ofrecido en una emotiva ofrenda a Santa Maria de Robines.

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La plaza se ha llenado de música y tradición. Entre los actos, el Tall de Vermadors ha deleitado a los presentes con bailes tradicionales, manteniendo viva la esencia de una fiesta que celebra no solo el fruto de la tierra, sino también el orgullo y el sentido de comunidad de los binissalemers.