Los servicios de socorro procedieron ayer a la evacuación del barco por grupos.

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En torno a un millar de inmigrantes clandestinos kurdos fueron desembarcados ayer de un carguero con bandera camboyana que encalló de madrugada, al parecer de forma voluntaria, a unas decenas de metros de una playa de la Costa Azul francesa. El «East Sea» quedó varado hacia las 4.00 hora local (3.00 GMT) en un banco de arena a pocos metros de la playa de Boulouris, cerca de la localidad de Saint Raphael, con sus bodegas, concebidas para el transporte de alimentos a granel, llenas de inmigrantes que pasaron unos siete días de incierta travesía.

Según el Centro Regional de Socorro y Salvamento (CROSS), el «East Sea» encalló a pesar de que las condiciones meteorológicas y el estado de la mar no planteaban ningún problema, lo que llevó a decir al prefecto (delegado del Gobierno) del departamento de Var, Daniel Canepa, que «el barco fue a encallarse voluntariamente». En refuerzo de esta tesis, ni el capitán ni el resto de la tripulación enviaron señales de socorro o demanda de ayuda y son buscados por la policía, ya que han desaparecido.

Canepa ordenó que los inmigrantes fueran trasladados a un cuartel del Regimiento de Infantería de Marina número 21 de la vecina localidad de Fréjus, donde podrían pasar varios días hasta que se decida sobre su situación. Preguntado sobre la suerte de estos inmigrantes, el prefecto recordó que estas personas han entrado de forma clandestina» y anunció que «los servicios administrativos y la policía de fronteras van a examinar las condiciones en las que vinieron y si tienen papeles».

El Ministerio del Interior señaló que «se aplicarán los procedimientos habituales» y que los que no necesiten hospitalización, y una vez que se atiendan las demandas de asilo político, no serán admitidos. De acuerdo con los primeros testimonios recogidos por los socorristas, la travesía del «East Sea» comenzó hace unos siete días en un puerto griego y llevaron a cabo una escala en Turquía, donde habrían subido más personas. Durante ese tiempo, los ocupantes -que habrían pagado cada uno 200 dólares por subir y otros 2.000 una vez a bordo, unas 400.000 pesetas en total- padecieron unas condiciones higiénicas «catastróficas», según un médico que subió al carguero, donde había unos 300 niños de menos de 10 años y 200 personas mayores con problemas de movilidad y también se produjeron varios partos.