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EFE - CIUDAD DEL VATICANO Juan Pablo II recibió ayer en audiencia a siete mil niños de las Escuelas Cristianas, de los Hermanos de La Salle, que le cantaron el feliz cumpleaños por sus 82 años en una entrañable ceremonia en la que el Pontífice no leyó totalmente su discurso y tuvo que ser ayudado por un religioso. El Papa recibió en el Vaticano a los Hermanos de La Salle con motivo del tercer centenario de su presencia en Italia. Junto a los niños acudieron centenares de religiosos y ex alumnos, que no cesaron de vitorear al Obispo de Roma.

El Pontífice fue recibido por una banda de música formada por los muchachos que le cantaron el cumpleaños feliz, a la vez que ondearon pañuelos de colores. A pesar del aspecto cansado que presentaba, en numerosos momentos se vio al Papa sonreír, sobre todo cuando los presentes hicieron la «ola» y cantaron canciones acompañados de rítmicas palmas. Juan Pablo II sorprendió a los asistentes, ya que comenzó a leer su discurso y en un momento determinado cedió la palabra a un religioso de La Salle, que continuó leyéndolo. El final fue leído de nuevo por el Papa.

En un principio, se pensó que el Pontífice se encontraba mal, pero había sido previsto así para que no se cansara demasiado. No es la primera vez que ocurre. En varios viajes al extranjero el Papa no ha leído la homilía de las ceremonias, cediendo la lectura a un religioso local. En otras ocasiones, como, por ejemplo, durante la presentación de cartas credenciales de embajadores, no lee el discurso, sino que lo entrega en un sobre. En su discurso, el Papa resaltó la labor educativa de La Salle, afirmando que ha sido y es un bien para la juventud, la Iglesia y toda la sociedad.

«Siempre habéis estado al lado de los jóvenes, dirigiendo el servicio educativo hacia los grandes valores de la tolerancia, la solidaridad, el pluralismo y la cultura», dijo el Pontífice. Para el Papa ayer fue un día como otro cualquiera (él celebra sobre todo su onomástica, el 4 de noviembre, San Carlos Borromeo), de ahí la audiencia. No fue la única, ya que después se trasladó a un lateral de la basílica de San Pedro para bendecir una estatua de la santa española María Josefa del Corazón de Jesús (Josefa Sancho de Guerra), fundadora de la Congregación de las Siervas de Jesús de la Caridad.