La breve visita que realizó ayer a Italia Víctor Manuel de Saboya,
jefe de la casa real Saboya, ha supuesto el fin de más de medio
siglo de exilio y la conclusión de un largo proceso que ha
permitido el regreso de la familia real con la que el país alcanzó
su unidad a finales del siglo XIX.
Víctor Manuel, de 65 años, acompañado de su esposa, Marina
Doria, y de su hijo, el príncipe Manuel Filiberto, pasó poco más de
cuatro horas en la capital italiana, que empleó para encontrarse
con el papa Juan Pablo II. La familia real realizó su viaje de ida
y vuelta a Roma en un vuelo privado procedente de Ginebra. Tras su
llegada fueron conducidos de forma inmediata a la Ciudad del
Vaticano.
«En este momento histórico no encuentro palabras para describir
la emoción que siento», admitió el hijo de Umberto II, último rey
italiano, tras su encuentro con el Pontífice, mientras apenas podía
contener las lágrimas al describir su «felicidad infinita». Este
entusiasmo era compartido por su hijo Manuel Filiberto, de 30 años
y que pisaba por primera vez suelo italiano. «Hemos visto realizado
nuestro sueño», aseguró antes de emprender el retorno a Suiza, al
subrayar la deferencia del papa Wojtyla al recibir en audiencia
privada a la familia. Durante el encuentro de cerca de veinte
minutos con el Papa se intercambiaron regalos navideños.
Víctor Manuel y su hijo podían regresar a Italia desde el pasado
10 de noviembre, tras votar el Parlamento una reforma
constitucional que canceló la prohibición de entrada en el país a
los descendientes varones de la familia real Saboya, por colaborar
con el régimen fascista de Mussolini.
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