El director creativo de la «maison» francesa, Karl Lagerfeld, combinó el eclecticismo cubano, sin perder en este salto al Caribe los sellos de identidad de la casa Chanel: la elegancia de la combinación del blanco y negro y su mítico tweed.
La modelo británica Stella Tennant, musa de Lagerfeld, abrió el desfile con un look andrógino de chaqueta-pantalón en blanco y negro, el clásico zapato bicolor con cordones y sombrero panamá, conjunto que revivió la sofisticación del estilo dandy que se veía entre la alta sociedad cubana en los años cuarenta y cincuenta.
Entre las propuestas de entretiempo de la firma para la próxima temporada tuvieron un espacio relevante las prendas en tonos verdeolivo, el color de los uniformes guerrilleros de la Revolución cubana; y la mítica gorra que siempre llevaba el «Che» Guevara, aunque en una versión de lujo bordada de lentejuelas.
Sedas y gasas sirvieron al káiser de la moda para estampar en prendas más relajadas e informales, coloridos motivos de inspiración afro-cubana, e incluso dibujos de los clásicos coches americanos que todavía circulan por la isla conocidos como almendrones.
Poco más de quince minutos de desfile y una sencilla escenografía fueron suficientes para que el bulevar del céntrico Paseo del Prado de La Habana se transformara en una elegante pasarela, que culminó con la aparición de Lagerfeld y un estallido de ritmo en forma de conga cubana que sacó a bailar a las modelos en plena calle.
La «top model» brasileña Gisele Bündchen, el actor Vin Diesel -que filma en La Habana una nueva entrega de la saga Fast and Furious, o el dúo cubano Gente de Zona fueron los invitados del «front row» que más expectación suscitaron entre los asistentes y los cubanos que se acercaron a curiosear por los alrededores.
Las actrices Geraldine Chaplin y Tilda Swinton o la modelo Alice Dellal -todas musas de Lagerfeld-, la actriz cubana Ana de Armas o referentes del mundo de la moda como Carine Roitfeld, antigua directora de la revista Vogue Paris, y su sucesora Emmanuelle Alt, tampoco se perdieron el evento, insólito en la isla comunista y que supone el primer desfile de la firma en Latinoamérica.
Las últimas tendencias con etiqueta «smart casual» que exigía la invitación al desfile contrastaba con la estampa, más popular y cotidiana, que se veía en los balcones de los desvencijados edificios de fachadas desconchadas de los alrededores.
Sorprendidos de ver un espectáculo poco habitual en una isla comunista, por décadas ajena a los circuitos de la moda, decenas de vecinos y curiosos se congregaron en los balcones para ver desde las alturas las propuestas de la nueva Colección Crucero de Chanel, de precios inaccesibles para el bolsillo cubano.
Después del desfile, la firma trasladó su fiesta a la Plaza de la Catedral, donde se instaló un provisional «ranchón» -edificación de paja típica de la Cuba rural- en el que se bebieron cócteles cubanos, se escuchó mambo y son del Septeto Habanero y se degustaron platos elaborados por el famoso paladar «La Guarida» de La Habana.
Para completar la experiencia genuínamente cubana, todos los invitados fueron trasladados al desfile y a la fiesta posterior en los clásicos coches americanos, descapotables y de llamativos colores, que todavía circulan por las calles de La Habana.
En la fiesta posterior se volvió a ver, con una llamativa chaqueta brillante que rompía la sobriedad de su clásico atuendo blanco y negro, a un esquivo Karl Lagerfeld, que hizo historia en Cuba al protagonizar el primer desfile de una firma de lujo en la isla, y el primero de Chanel en América Latina.
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