La tercera edición de la Ruta Fotográfica por Mallorca, Fotos con Historia, ya es historia. El lunes, los fotógrafos descolgaron sus obras de las paredes del Centro de Historia y Cultura Militar, llevándoselas a sus casas. Ahora hay que pensar en la cuarta edición, en lo que ya está metida de lleno Martina Romero. Nosotros, que no somos fotógrafos, pero que a veces hacemos fotos, presentamos cuatro con la única intención de participar. Una de ellas era la del mendigo que se sienta casi a diario en la puerta de la parroquia de Sant Miquel, de Palma, que se llama Manuel, que tiene 57 años y que hasta la fecha ha tenido una vida en la que la mala suerte ha superado a la buena, porque, si no, ¿qué hace ahí? Pero esa es otra historia que no viene a cuento, ni que –pensamos– él esté dispuesto a contar. Bastante tiene con sobrevivir. Bien, pues a lo que íbamos.
La foto tiene su historia, ya que fue tomada dos días después del inicio del confinamiento (si mal no recordamos, el 15 de marzo de 2020, para más señas domingo). La mañana de ese día, como la de días anteriores, él estaba de pie, junto a la puerta de Sant Miquel, tocado de sombrero y con un vaso de plástico en la mano en el que la gente depositaba su dádiva. Al vernos aparecer por allí, a paso rápido se acercó a nosotros y nos preguntó qué pasaba, «pues hace dos días que por aquí no pasa nadie. ¿Por qué?». Bienaventurados los que a veces no se enteran de nada –pensamos tras escuchar su pregunta y ver su rostro dueño de la sorpresa–, pues gracias a ello pueden ser hasta felices.
«¿No te has enterado…?», le preguntamos. «¿De qué…? ¿Qué pasa…? –insistía Manuel–. Porque algo ha ocurrido… Porque por aquí, desde hace dos días, no pasa nadie… Bueno, sí, la policía… También... –entonces se giró señalando la puerta– la iglesia está cerrada. También lo estuvo ayer… Cerrada todo el día. No hubo misa, ni nada…». Tras explicarle lo que era la pandemia y el confinamiento, asintió. Ignoramos si lo entendió, pero asintió… «Y ahora… ¿A quién le pido yo…? ¿Quién me va a dar…?». «Pues no sabemos… Igual pasa alguien, y si pasa, le pides…» «¿Y hasta cuándo vamos a estar así?», preguntó Manuel, más preocupado que la vez anterior… Viéndole así, con el sombrero, la chaqueta, el jersey, el colgante, pero tan infeliz, le dimos cinco euros. «Pero, déjate hacer una foto…», le propusimos. Se metió el dinero en el bolsillo, alegró la cara y posó a su manera. Y… Pues esta es esa foto y esta es su historia.
Antes sin barba, ahora con ella
Casi 22 meses después –el sábado pasado– le fuimos a buscar a la iglesia de Sant Miquel. Lucía barba entre canosa y negra. «Ven… Que vamos a hacerte un regalo». Dejó su puesto y nos acompañó. Le llevamos al Centro de Historia y Cultura Militar. Notamos que iba más mosca que un pavo en Nochebuena… «Pero, ¿a dónde vamos?», preguntaba, dando pasos cortos. «Espera, ten paciencia y camina…», le animábamos. No paramos hasta estar frente a su fotografía, expuesta entre otras 199. «¡Anda… Si soy yo… ¡ !Qué guay!», exclamó, esbozando una sonrisa. La única diferencia del Manuel de la foto, al de ahora, es la barba que le ha crecido, barba blanca y negra, y que en vez de sombrero de ala lleva gorra de lana.
Sin más, la descolgamos y se la dimos. «Para ti». La tomó cuidadosamente entre sus manos, la miró, sonrió… «¿Y me la puedo llevar…? No sé dónde la pondré –dijo, sin esperar la respuesta–, pero seguro que en casa encuentro un lugar…». Manuel nos cuenta que con su hija se ha tenido que mudar del sitio donde vivían, un viejo hostal, cerrado desde hace muchos años, ubicado en una plaza del centro, que se incendió, «por lo que tuvimos que buscarnos otro sitio... ¡Y menos mal que no estábamos dentro cuando se prendió fuego!».
No hace mucho tiempo nos contó que su hija había sido militar, «estuvo en la Marina», y que tuvo una hija, «que murió». Le preguntamos si su hija era la chica más o menos joven que a veces pedía donde él… «Yo no quiero que pida... Se lo he repetido muchas veces», dijo. Pues está claro que no le hizo caso. Alguien nos comentó que también, hace años, trabajaba en un bar de la plaza de España, como camarero. Pero él lo negó. «Nunca he trabajado de camarero», aseguró, lo cual tampoco nos importa mucho. Como tampoco nos importa cómo ha llegado a donde está, y más si él no lo quiere decir… Cada uno es dueño de su vida… Aunque reconoce que esta no le ha tratado bien. Tiene otros hermanos con los que heredó una casa, «que vendimos y repartimos. A mí me tocaron 5.000 euros, que entre alquiler de otra casa, comer y otros gastos, volaron. Y como no encontraba trabajo, me quedé en la calle. Desde hace tiempo estoy pidiendo en la puerta de la iglesia, y con lo que me saco, y con lo que me da el cura por algunos trabajos que me manda, vivo… Eso sí, procuro no meterme con nadie, no complicarme la vida…».
Su fuente de ingresos procede más de lo que le dan los extranjeros que pasean por Sant Miquel y que entran en la iglesia, «aunque también estoy muy agradecido a la gente de aquí. Lo que pasa es que, como ahora están viniendo menos extranjeros, recibo menos, pero, ¡qué le vamos a hacer!». Manuel, haga frío, calor, llueva o nieve, en horarios de misa, tanto matutina como vespertina, está en la puerta del templo. Y entre y entre, sobre todo ahora, en invierno, tras envolver las piernas con una manta para evitar el frío, se sienta enfrente, en uno de los bancos del pequeño jardín que hay, esperando a que pase el tiempo para reincorporarse a su puesto de trabajo. Así cada día. Y como lo hace desde hace mucho tiempo, seguro que es porque está bien visto tanto por vecinos como por transeúntes... ¡Pues a seguir, amigo!
Será el 28 de febrero
¿Recordáis que hace una semana os comentamos que Xisco Barceló había escrito un libro, Los ojos de nadie, cuya portada es de su amigo, Jaime Roig de Diego, y la editorial es Azimut? Pues bien, Xisco, ya tiene fecha y lugar para presentarlo. Será a las 19.00 horas del 28 de febrero, y lo hará en uno de los mejores escenarios que podía conseguir, la Fundació Sa Nostra. Naturalmente, ahora hemos de saber las medidas sanitarias que se adoptarán en esa presentación. Como todo, en cuestiones de COVID-19, cambia a velocidad vertiginosa, tendremos que esperar. Está claro que se mantendrá una distancia, lo que no lo está es el número de personas, de acuerdo a estas normas, que podrán asistir.
TurbomanNo sé en donde has visto tú, la "glorificación de la vida" de este indigente. Y la "consideración" que se le dispensa a la situación del bueno de Manuel, no es distinta de cualquier otra que se pueda "retratar" en cualquier calle de cualquier ciudad del mundo. Si te parece "clasista y de muy mal gusto". . . porqué no haces algo por ayudarle ???
No me parece bien que se glorifique la vida de los indigentes. En la abrumadora mayoría de los casos, si no son gente explotada por mafias, son personas con adicciones o problemas mentales no tratados. Considerarlas como algo simplemente pintoresco, y casi entrañable, me parece clasista y de muy mal gusto.
3 comentarios
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TurbomanNo sé en donde has visto tú, la "glorificación de la vida" de este indigente. Y la "consideración" que se le dispensa a la situación del bueno de Manuel, no es distinta de cualquier otra que se pueda "retratar" en cualquier calle de cualquier ciudad del mundo. Si te parece "clasista y de muy mal gusto". . . porqué no haces algo por ayudarle ???
Esperemos que este señor pueda reconducir su vida.
No me parece bien que se glorifique la vida de los indigentes. En la abrumadora mayoría de los casos, si no son gente explotada por mafias, son personas con adicciones o problemas mentales no tratados. Considerarlas como algo simplemente pintoresco, y casi entrañable, me parece clasista y de muy mal gusto.