El domingo por la tarde, sin mucho que hacer, nos dimos una vuelta por el casco antiguo de Palma sin un rumbo concreto, que es lo mejor que uno puede hacer cuando sale a pasear. Dejarse llevar. Durante el recorrido, nos llamó la atención ver cómo el Muro de la Lamentaciones de los judíos –sito en la fachada de Monti-sión, la que da al estrecho Carrer del Vent– ha sido cubierto por una tela de color azul, lo que significa que algo van a hacer en él, imaginamos que para mejorarlo, tela que, en algunos de sus tramos, ha sido rota a fin de que los judíos que lo visitan –muchos de ellos llegados a Palma en trasatlánticos– introduzcan los papeles en los que han escrito algo –tal vez una petición, tal vez un deseo, quién sabe si un pensamiento…–, que dejan en los espacios que quedan entre los tochos que lo forman, que es como manda la tradición.
También, durante nuestra caminata, volvimos a pasear por Dalt Murada, paseo que no hace mucho os recomendamos –eso sí, siempre con zapatos planos– para llegar a sa Llonja, que estaba abierta, quedándonos en ella un rato, gran parte de él con la boca abierta, admirando la magnífica obra que hizo el arquitecto y escultor felanixer, Guillem Sagrera, que nos sorprendió desde cualquier ángulo que la observáramos y, de paso, recordando por qué fue construido y las utilidades que tuvo el edificio, un gótico civil maravilloso, lo cual hacemos leyendo su historia en el panel, en varios idiomas, que uno se encuentra entrando, a mano izquierda. Y es que es bueno culturizarse de vez en cuando, lo cual, entre otras cosas, hará que queramos más lo nuestro.
Pocos mallorquines
Durante la visita a sa Llonja, que como cantaba Bonet de Sant Pere, es lo primero que se ve, junto a la Seu y el Castell de Bellver, cuando uno llega a Mallorca, visita, además, gratuita, y que como os digo se prolongó por espacio de cerca de una hora, nos llamó la atención ver que todos los visitantes eran extranjeros, residentes y turistas, y entre ellos algunos españoles, no muchos, desde luego, lo cual tiene su parte buena y no tan buena. La primera porque es bonito que los foráneos admiren el tesoro arquitectónico que tenemos. La segunda… Pues porque no vimos a nadie de aquí, de esta ciudad, de esta Isla… Y es que casi siempre pasa lo mismo: no sabemos disfrutar de lo nuestro. Por ello, si tenéis ocasión, haced una visita a sa Llonja por dentro, que incluso vacía es impactante. Hacednos caso, no perdáis la ocasión.
Luego, siguiendo nuestro camino por el Passeig Sagrera, llegamos a sa Feixina, tomándonos otro descanso en el puente sobre sa Riera, limitado a su derecha por la muralla del Baluard de Sant Pere y a su izquierda por el parque. Observando, nos llamó la atención ver que la gente, sobre todo extranjeros y turistas, se detenían, contemplaban las murallas, sa Riera y su cauce, y luego se hacían una foto o un selfi, en señal de que el lugar les había llamado la atención por lo bello que es. Que lo es, lo que pasa es que nosotros, los palmesanos, pasamos por allí y ni nos fijamos. Pero sí… Si te quedas contemplándolo ves que es un lugar muy bello… Porque si a las piedras que forman el muro, le unes el agua que discurre por el cauce, cuyo verdor contrasta con el cemento, y le pones como techo el azul del cielo, el espectáculo está más que garantizado. Pero hay que reparar en él, descubrirlo… ¿Cómo? Deteniéndose y mirando.
Sin información
Observamos también que algunos de los paseantes que se detienen a contemplarlo, y luego a hacerse una foto para el recuerdo, quieren saber algo de ese lugar, para lo cual echan un vistazo al cartel que hay al lado, en el que se supone que debe figurar la explicación que andan buscando. Pero se encuentran con que el cartel está lleno de pegatinas y pinturas vandálicas que impiden leer lo que pone allí, por lo cual se quedan sin saber qué es. Pues...¡Que pena!, ¿no?
¿Quién les pone freno?
¿Que qué opinamos de eso…? Pues que los pintamonas siguen campeando a sus anchas, sin que nadie les pare los pies, o mejor las manos que sostienen la brocha o el spray. Sí, porque… ¿Es curioso, no…? Se pillan ladrones, timadores, butroneros, maltratadores, acosadores, homicidas, asesinos… Pero nunca hemos leído, u oído, que hayan pillado a un pintamonas, o a una pandilla de ellos. Pues ¡que pena!, ¿no? Porque así está ese indicador… Y así está Palma. Hecha un auténtico burote.
¡Gracias, María!
La Panadería Fornaris tiene, desde hace más de dos décadas, una pequeña cafetería en la calle Alfons El Magnànim, frente al Conservatori de Música, de Palma. Un lugar donde vecinos, así como los trabajadores de la zona y estudiantes, hacen una pausa matinal para desayunar, merendar y/o comprar el pan. De entre sus características destacan la atención y amabilidad de sus empleadas, que se han ganado el cariño de su fiel clientela, que se reúne en torno al café para leer la prensa, charlar o hablar del tiempo. Un lugar que podría echar el cierre tras más de 20 años en la zona. Noticia que ha movilizado a sus clientes en redes sociales para que se mantenga abierto. Y que todos están encantados con María Giler, responsable de esa sucursal de Panadería Fornaris, quedó más que reflejado el pasado miércoles, cuando muchos de los clientes se acercaron a felicitarla por su 60 cumpleaños. María es una persona muy querida, sobre todo por las personas que la tratan a diario, por lo cual no debe de extrañar a nadie que fuera agasajada, como lo fue, lo cual le provocó lágrimas por la emoción y alegría que sintió por el detalle que tuvieron con ella sus clientes, a los que seguirá sirviendo siempre con amabilidad, eficacia y con la mejor de sus sonrisas. Pues que sea por muchos años más, María.
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