Lo primero es mirar la fecha de caducidad. Definitivamente, la tendremos que tirar si la fecha ya ha pasado. Lo normal en estos casos no es que se indique una fecha específica, como en el caso de los yogures u otros alimentos. En la mayoría de productos cosméticos, se señala la llamada PAO o Period after opening. O, en español: el tiempo en el que el producto sigue haciendo efecto tras abrirlo por primera vez. La fecha se suele encontrar en la parte posterior del producto, después de donde se indican los ingredientes. Aunque estemos dentro del periodo indicado, no hay que dar por buena a la primera la crema. Otro de los puntos que hay que valorar es si el tapón tiene los típicos restos de arena. En ese caso, mejor descartarlo, ya que tras casi un año en el armario, puede alterar el producto.
Sin duda, la prueba del algodón para confirmar el buen estado de la crema solar es olerlo y tocarlo. Échate un poco de crema en la mano y comprueba que sus propiedades no han cambiado. Presta especial atención al color, la textura y el olor. Si algo te resulta fuera de lo habitual, mejor desconfía. Tras comprobar todos los puntos anteriores, si la crema aprueba, podemos seguir utilizándola este verano. Eso sí, en caso de dudas, mejor prevenir que curar. Quizá siete euros nos salvan de peligrosas quemaduras, que, además de fastidiarnos los días de vacaciones, pueden poner en riesgo nuestra salud en el corto y en el largo plazo.
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