— ¿Díganos, en pocas palabras, cuál es el cometido de el Teléfono de la Esperanza?
— Es el de permitir que las personas conozcan y manejen sus emociones. Es lo que años después se puso de moda bajo la denominación de Inteligencia emocional.
— ¿Cuál, o cuáles, herramientas utiliza para ello? Y no nos referimos únicamente al teléfono en si.
— La herramienta más importante para escuchar a la gente es la que denominamos escucha activa, la cual comprende escuchar, empatizar y sentir compasión, es decir, ponerse en los zapatos de quién llama.
— Una vez aplicada la escucha activa, ¿cómo reacciona el que llama?
— Pues al sentirse que no es rechazado ni juzgado, sino acogido, es capaz de descargar toda la crisis emocional que tiene. Y es que si determinadas personas sufren tanto, es porque la gente no le escucha, no les hacen caso.
— ¿Cuánto suele durar una llamada, entre lo que él cuenta y usted le responde?
— La media de cada llamada es de unos 14 minutos, excepto las llamadas por crisis suicidas, que suelen alargarse hasta los 25.
— ¿Los orientadores, o sea, los que toman la llamada, preguntan al que la hacen?
— Generalmente, no, lo cual agradecen. Lo digo porque el 75% de las personas que nos llaman, agradecen que se les haya escuchado y lo que se les ha dicho, cuando el realmente el orientador solo les ha preguntado el motivo de la llamada con la intención de animarlos a que lo cuenten todo. Y es que el orientador no da recetas milagrosas para resolver el problema del que llama, sino que trata de ayudarle a que reflexione y a que se dé cuenta que tiene recursos y habilidades suficientes para afrontar su problema, y una vez que los descubra sepa lo que tiene que hacer.
— Pasemos al suicidio…
— El suicidio es multi causal. Puede influir un problema no resuelto en la infancia o adolescencia, como, por ejemplo, una violación, un maltrato, etc., que aparece más adelante unido a otro problema, como un despido, una ruptura sentimental, una quiebra del negocio que tiene, lo cual se convierte en el detonante. Le daré un dato: antes de la pandemia, casos como le describo, hubo 3.600, ahora son más de 4.000. Todo, repito, al juntarse un problema de antes no resuelto con una crisis actual.
— Y entonces, ¿muchos de ellos acuden al Teléfono de la Esperanza?
— Sí, pero no todos tienen el mismo nivel suicida, porque, ¿sabe?, son tres los niveles de las personas que llaman. Los de ideación suicida, crisis suicida y acto suicida. Los primeros llaman diciendo que no los quieren, que se sienten solos, que nadie les hace caso. Los segundos, más decididos, te llaman y te dicen, entre otras cosas, algo así como la vida no vale la pena, o sufro tanto que me voy a quitar la vida. Mientras que los terceros, a los que, como he dicho, están en la fase a la que llamamos acto suicida en curso, son los que llaman cuando ya se han costado las venas, o se han tomado un tubo de pastillas, o han abierto el gas, es decir, cuando han iniciado el proceso del suicidio. La mayoría que llaman en estas circunstancias es porque quieren una segunda oportunidad.
— ¿Y son muchas las personas que llaman estando en esta fase?
— El año pasado, entre las tres fases, llamaron 229 personas, de las cuales, 12 pertenecían a esta tercera fase.
— ¿Y el resultado?
— De las 12 se salvaron las 12, y lo hicieron porque se arrepintieron.
— ¿Cómo se actúa en estos casos?
— Una vez que nos facilitan su domicilio, avisando a la policía y a las ambulancias.
— ¿En qué grado influyeron los que hablaron con ellos?
— En escucharlos y en dejar que se desahogaran.
— ¿Y en total, cuántas personas llamaron el año pasado?
— 4.844 personas.
— Hasta no hace mucho, ante un suicidio se guardaba silencio.
— Es verdad. Pero es que resulta que desde hace unos años a esta parte, según las estadísticas, el número de fallecidos por suicidio es muy superior al de accidentes de tráfico.
— ¿Nos puede dar algunas cifras referentes al aumento de llamadas por temática suicida al Teléfono de la esperanza?
— Si le vale, le diré que entre 2010 y 2019 atendimos a 335 personas que llamaron por ese motivo, y que entre 2020 y 2023 (de enero a junio), 672, lo cual hace que casi se haya duplicado el número de estas llamadas en estos tres años y medio.
— ¿Por qué el gobierno no invierte en publicidad anti-suicidio, como hace para evitar accidentes de tráfico, no fumar ni beber, aunque tampoco prohíbe ni lo uno ni lo otro?
— Nosotros, desde hace años, estamos pidiendo un Plan estatal de la prevención de la conducta suicida, pero, de momento, sigue sin haberlo. Y eso que la OMS, desde hace 20 años, pidió a los gobiernos que pusieran en marcha esos planes, pero solamente los países nórdicos lo hicieron.
— ¿Qué han detectado últimamente, a través de llamadas, que les preocupen?
— Que, sobre todo niños y jóvenes, están haciendo demasiada vida en el mundo virtual a través de los móviles, PlayStation, etc. Lo que les priva de mantener relaciones en el mundo real, lo cual, a corto plazo puede ser un problema.
— Tenemos entendido que en breves fechas harán un balance de lo que ha dado de si el año en cuanto a llamadas al Teléfono de la Esperanza.
— Sí, será en la sede del Teléfono de la Esperanza.
— ¿Nos puede adelantar algo?
— Sí, con motivo del Día Mundial de la prevención de la conducta suicida, presentaremos la campaña de prevención de suicidios, así como un informe de las llamadas que hemos recibido a lo largo del año.
— Por último, recomiéndenos un libro que tengan que ver con el suicidio.
— Sin duda, el de Viktor Frankl, El hombre en busca de sentido.
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Lino Salas una mala persona que tiene 2 caras, lobo con piel de cordero