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En la esquina roja, con más de 150 combates en su haber, el peleador local Satanfah; y en la azul, con ocho peleas amateur y tres profesionales, el llucmajorer Tomeu Villalba quien, el pasado 7 de noviembre, se convirtió en el primer mallorquín en combatir en Rajadmnern Stadium de Bangkok, junto al Lumpinee, el estadio más emblemático de muay thai en Tailandia. Y lo hizo con una victoria. «El Raja intimida muchísimo. Es una olla a presión. Hay micros por todo y se escucha cada golpe. El público no para de jalear. Al cruzar las cuerdas pensé: ‘Esto va en serio'», cuenta Villalba, que entrena en la escuela Wat Thai de Palma, donde quiere compartir lo adquirido en esta aventura. «Al final, el objetivo de este viaje era aprender lo máximo para transmitirlo en la escuela», añade.

El muay thai es un arte marcial milenario, impregnado por la cultura tailandesa. Respeto y disciplina son los valores que abandera. Desde que suena la sarama, la música tradicional que acompaña el combate, que acelera su ritmo con el paso de los asaltos, así como el wai khru ram muay, el ritual previo a la pelea, el ambiente es único. «Es una partida de ajedrez. No siempre gana el más fuerte, sino el más inteligente. Es importante estar tranquilo, seguir el ritmo de la música, no tener miedo y mantener una estructura sólida, escoger tus golpes y no dar muestras de debilidad. Los jueces tailandeses valoran esta actitud», cuenta el peleador, que practica este arte desde 2010. Desde entonces ha viajado en ocho ocasiones a Tailandia. «Cada vez me integro más, hablo un poco de tailandés. Les encanta, te abre muchas puertas», explica.

Esta vez, el destino lo condujo a un lugar muy especial, el Thailand Pinsinchai, en las afueras de Bangkok y donde, durante más de dos décadas, no había entrenado ningún farang, como se denomina a los peleadores extranjeros en Tailandia. «Iba a ir a Chiang Mai, donde tengo algún amigo, pero encontré este gimnasio. Es muy humilde, cuenta con un ring y cuatro sacos de 15 años. No está ideado para foráneos. Pero aprendía tanto y me trataban tan bien que decidí quedarme», explica Tomeu, que contó con anfitriones de lujo, los gemelos Samart y Somdet, de 25 años y con más de 200 peleas por cabeza. No es algo inusual. En Tailandia, el muay thai es una vía para ganar dinero rápido desde la infancia: empiezan a pelear a edades muy tempranas, o bien para enviar dinero a casa, o para tener un techo y un plato de comida. «Somdet y Samart todavía les envían dinero a sus padres. Son un encanto. Y muy humildes. Me han cuidado muy bien y acompañado en mi día a día», agradece el peleador.

La rutina de entrenamiento no es apta para todo el mundo. Seis días de doble sesión y uno de descanso. En el training camp Tomeu arranca a las 7 de la mañana, corriendo entre ocho y doce kilómetros; continua con trabajo físico, sombra y cinco rounds de paos, o algo de técnica. Se va a comer, duerme una siesta y, por la tarde, corre otros cuatro kilómetros y realiza otra sesión de entrenamiento, con rounds de saco, sombra, paos y clinch. Y realiza tres sesiones de sparring light a la semana. «Se aprende mucho más con un sparring flojo, casi un juego, que intentando volarle la cabeza al compañero, como suele suceder en Europa», razona Villalba, que le recomendaría un viaje de este estilo a los jóvenes peleadores. «Que se vayan quince días cuando acaben el colegio. Es un país súper seguro y acogedor. Si entrena en España, que pruebe aquí, porque verá el deporte de otra manera», concluye.