En La Antártida. | Àrea 11

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El tiempo pasa que es una barbaridad. Lo decimos porque sin apenas darnos cuenta, han transcurrido 20 años desde nuestro viaje a La Antártida, que hice con Manolo, el padre de Yolanda Hernández, de Fibwi, y, semanas después, a Indonesia, como enviado especial para cubrir el tsunami. Fueron dos viajes que nos marcaron.

Antártida e Indonesia

El primero, porque descubrimos dos cosas. Una, que no entendimos cómo es posible que desde Ushuaia nos siguieran varias decenas de aves, que durante el día revoloteaban sobre nuestras cabezas, y que por las noches, sin haber nada a nuestro alrededor, salvo un océano inmenso, desaparecían. El capitán del Ushuaia -pues así se llamaba nuestro barco-, tampoco se lo explicaba. ¿Dónde se metían esas aves por las noches? (Por cierto, durante el viaje, que entre la ida y la vuelta duró unos quince días, el capitán permitió que en el mástil de proa colocáramos la bandera de Mallorca. «No va a aguantar», nos advirtió cuando la izamos. «Seguro que aguanta», le respondimos. ¡Y aguantó!, vaya que si aguantó… Aguantó bajas temperaturas de hasta menos 25 grados, vendavales, lluvia… Lo aguantó todo, tanto es así que el capitán, al final, sorprendido, escribió sobre ella que había estado en La Antártida, en el mástil de proa, como también estuvo cuando tocamos tierra firme por primera vez, o en la playa interior de la isla Decepción, cuando nos bañamos casi todos en su orilla).

El segundo descubrimiento fue porque en la mañana de La Antártida del 4 de noviembre del 2004 -siete horas menos que en Mallorca-, mandé por el Internet de a bordo seis fotografías, y en un par de minutos recibí respuesta desde la redacción de Ultima Hora de que habían llegado con la definición adecuada para ser publicadas al tamaño de cuatro columnas. Con anterioridad había mandado fotos desde otros puntos del mundo, entre ellos Melbourne (Australia) o Memphis (Tennessee,    USA), donde los envíos, a través de un modem, habían sido muy complicados, puesto que a veces, a mitad de la operación, se cortaba la comunicación, por lo que teníamos que volver a empezar de nuevo. Pero aquí, en La Antártida, no fue así: a través de Gmail (aversillegas@gmail.com)    en un minuto, las fotos estaban en Palma. La segunda prueba de que Internet era ya un aliado para el enviado especial la tuve    en el viaje que hice, semanas después, a Banda Aceh, norte de Indonesia, con motivo del Tsunami, producido el 26 de diciembre de 2004, pues en el envío de fotos y textos no tuve ningún problema, no así a cómo las tuvimos que enviar. Pero esa es otra historia.

VISITA DE PEDRO PRIETO A BANDA ACEH, EPICENTRO DEL TSUNAMI EN EL INDICO QUE CAUSO MILES DE MUERTOS.

Nuestro guía, Dharif, en Banda Aceh.

Almuerzo-entrevista

Pues bien, veinte años después de aquello, que junto con otras experiencias lejanas en la distancia de Mallorca han dado para dos libros, el colega Miguel Such, otro viajero empedernido, me invitó a almorzar el otro día en el Wok King -a mi la comida china me mola que no veas- y me preguntó sobre viajes y otras historias y experiencias, con lo que hizo un programa, uno más de su serie de programas, Restaurantes con estrella, consistente en llevar a una persona a un restaurante, y entre plato y plato entrevistarla, lo que en cierto modo me recordó a los Cenar con… que hacía 40 años atrás en UH -y digo 40 años, porque la noche del 23 F, lunes, tenía que entrevistar, cenando en Las Tinajas, ya desaparecido, al jefe de la policía local de Palma, Joan Feliu, cena que tuvo que suspenderse por el golpe de estado. Por eso digo que hace unos 40 años de aquello, aunque a decir verdad, Such lo hace de otro modo, muy bien, muy vivo, dejando hablar al entrevistado y metiendo baza si se da cuenta que el tema decae, no por él, sino por este. Pues bien, dicho espacio fue emitido el miércoles, y se repetirá esta noche, a las 21,30, a través de Fibwi.

MIguel, entre plato y plato, entrevista a los lleva a Restaurantes con estilo

Por cierto, con Miguel, también actor, presentador de programas en la televisión colombiana y    en Televisa (México), aventurero y viajero empedernido, quedamos para otro día para hablar de proyectos y de programas. A él le encantaría hacer uno de viajes…

En la víspera de la noche de Reyes, un amigo,  y a la vez ciudadano de a pie 24/7 (24 horas al día, y 7 días a la semana), nos comentó que en la madrugada del día anterior -suele levantarse sobre las cinco, cada día-, tras desayunar, se fue a dar una vuelta por la zona de la Plaza de las Columnas y Nuredduna. «Me gusta pasear a esas horas porque no hay nadie, y la Palma vacía te da como una sensación de bienestar, de sosiego… Eso sí, siempre con el ojo avizor, pues a veces te cruzas con algún tipo que para qué te cuento. Pero jamás me ha pasado nada, eh…». Llegando a García Orell por Nuredduna, «calle que nada tiene que ver de cómo estaba cuando gobernaba el PSOE, despertaron mi curiosidad unas voces que venían del centro de dicha plaza, por lo que me acerqué y…. Pues que allí habría diez o doce chavales, gente joven, chicos y chicas, de botellón. No es que armaran una gran escandalera, pero se oían, ¡vaya que si se oían! Imagino que algún vecino podría dar fe de lo que cuento es verdad y… Pues otra de las cosas que me llamaron la atención, fue ver como, de pronto, la lona que rodea la tarima sobre la cual hay unos juegos para niños, salía un tipo, que, de prisa de prisa, se acercó a una de las columnas a mingitar. Sospeché que era un sin techo que dormía debajo de la tarima, pues lo que suele hacer uno, sea sin o con techo,    cuando se despierta de madrugada es ir directamente al váter a eso,  a desahogarse. Es más, a media tarde, volví a pasar por allí y, disimuladamente, tratando de que nadie me viera, levanté la lona y, ¡efectivamente!, sobre el suelo había un gran cartón, y encima de él unas mantas, y al lado una maleta. Y es que si el hambre agudiza el ingenio, el hambre y el frío lo agudizan más. Por eso mejor dormir bajo techo, aunque sea de madera, que hacerlo a la intemperie».

Un dormitorio debajo de la tarima de uno de los puestos de juegos infantiles.

Lo malo es que ese techo -le dije-,  a nada que acaben las fiestas de Sant Antoni y Sant Sebastià,    va a desaparecer, por lo cual    los indigentes que duermen ahí se tendrán que buscar otro techo, pues el invierno va a ser frío.