Francisca, de 40 años, vive en Inca y está a la espera de ser intervenida. La mujer padece el síndrome del atracón, un trastorno de conducta alimenticia. | Click

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La dramática historia que os cuento me llegó a través de Mica Cañellas, psicólogo y fundador de las Ovejas de Mica. Con él me desplacé a Inca para conocer a Francisca Muñoz, que tiene 40 años y pesa 202 kilos, algo que le impide trabajar. Francisca vive en una casa pequeña, de dos habitaciones, comedor y un patio. Con ella están sus dos hijos y su exmarido: «Aunque estamos divorciados debido a que es alcohólico y drogadicto –nos aclara– viendo que ahora está haciendo el programa de rehabilitación con Mica, le dejo que esté en casa. Si se rehabilita totalmente, que de momento va por el buen camino, por eso está con nosotros, nos volveremos a casar».

La situación familiar

Dicho lo cual, vayamos por partes. Francisca por su peso no puede trabajar, motivo por el que percibe una paga de 1008 euros. Su exmarido Víctor está de baja, sin percibir ni un céntimo, aunque está en proceso judicial para conseguir un ingreso, pero por el momento no aporta nada al hogar. Y en cuanto a los niños, el menor padece hiperactividad y un déficit de atención, o lo que es lo mismo un TDAH, además de un grado uno de autismo (TA1) y una discapacidad intelectual leve. Y el mayor está en proceso de diagnóstico de lo mismo. Según nos cuenta la madre, los problemas que tienen los menores son heredados de sus tíos: «Mis hermanos padecen una enfermedad cromosomática de las denominadas raras».

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Francisca y Víctor, con Mica, que les está apoyando y orientando.

Actualmente la familia vive gracias a los poco más de mil euros que ingresa cada mes Francisca, a los que hay que sumar entre 100 y 150 que consigue a través de la aplicación Vinted, vendiendo cosas: «CD de música, ropa que me sobra o que me regalan… Cualquier cosa que no necesitemos. O que me den».

Y al decir vivir con 1.008 euros al mes nos referimos a pagar el alquiler de la casa, la luz, el agua, la cesta de la compra, la ropa, «y a Mica –apunta– por el tratamiento que le está haciendo a mi ex, gracias al que se está recuperando. El mío me lo regala, aparte de que me aconseja lo que debo y no debo hacer para no empeorar mi situación, por lo que le estoy muy agradecida».

Trastorno por atracón

Por la Seguridad Social, Francisca visita al endocrino, nutricionista, psiquiatra… Y a causa del sobrepeso tiene úlceras en los pies que debe tratarse. Pero el gran problema está en la comida: «Sí –reconoce–, como mucho. A veces, sin más, me pongo a comer y me como un pan entero o lo que pille. Y me lo como sin darme cuenta…» Mica nos explica que la mujer empezó padeciendo hambre emocional, que se fue transformando en un trastorno de conducta alimenticia, lo que se denomina trastorno por atracón: «Por eso come, a veces, sin darse cuenta».

«La única solución a este problema –añade Francisca– es con una operación de estómago. Pero hay otro problema: el médico de la Seguridad Social me ha dicho que no me pueden hacer la intervención hasta dentro de unos 5 u 8 años. Que antes no puede ser».

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La mujer vive con sus dos hijos y su exmarido, padre de los menores.

«¿Qué puedo hacer?»

De reojo miro a Mica, que hace un gesto de resignación: «Es lo que hay. Es una barbaridad, pero o eso o nada». «El problema no es lo que me pueda pasar en esos cinco u ocho años que me han dado para operarme, que al paso que llevo no será nada nuevo… Pero, en el supuesto de que llegue y me operen, una vez que me haya recuperado y esté en condiciones de trabajar habrá pasado otro año, es decir, que andaré por los 50. ¿Quién me querrá dar trabajo? Seguramente nadie. ¿Y qué hago? Habré adelgazado, sí. Puede que pese 70 u 80 kilos… Igual me desaparece el síndrome del atracón, pero no tendré trabajo. ¿Cómo es posible que la Seguridad Social no me de otra posibilidad de operarme que no sea esa de entre 5 y 8 años. ¿Qué puedo hacer?».

Pues esta es la historia. Más de 5 años para operarse de algo que mejorará su vida y la de los suyos. Porque ahora mismo todos dependen de ella. Pero no, hay que esperar, y no hay derecho a eso. Con lo fácil que lo tiene el gobierno para cambiar leyes, o para crearlas, o en destinar fondos para mejorar situaciones…

¿Por qué de una vez por todas el gobierno, o los gobiernos, no se ponen las pilas y solucionan problemas como los de Francisca, que en este país son muchos? Mientras tanto hay que esperar para una operación de estómago de la que dependen, como en este caso, una familia afectada por numerosos problemas. Seguro que si un político, o familiar, necesitase una intervención como la de Francisca no tardarían tanto tiempo. Y no es demagogia, es describir la situación. Y es que vivimos en una democracia en la que las normas y las leyes son más iguales para unos que para otros.