Isabel asegura que mientras viva hará cualquier cosa por superar los momentos adversos que se le presenten. Hará cualquier cosa menos quedarse en su casa, con los brazos cruzados, lamentándose de la mala suerte que tiene. | R.L

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Hoy les presentamos a Luisa Córcoles, canaria de cuna –nació en el barrio de Schamann de Gran Canaria– y mallorquina de adopción. Vino a la Isla en 1980 tras divorciarse –se casó con 17 años y se separó con 28–, con sus padres y sus tres hijos, uno de ellos, la pequeña, con una discapacidad. «Al mes de estar aquí ya estuve trabajando hasta que me jubilé, en 2013. ¿En qué trabajé? De camarera durante un tiempo. Luego decidí dedicarme a la venta de productos con aloe vera, aunque si me ofrecían horas extra para trabajar en, por ejemplo, el Casino o Aquacity, las hacía».

Luisa ha sacado a sus hijos adelante y a día de hoy es abuela y bisabuela. Además, como canaria, es miembro del Hogar Canario de Baleares.

Fuerza de voluntad

Durante su vida ha afrontado episodios como para tirar la toalla. Sin embargo, ahí está, poniendo su mejor sonrisa a la vida, «porque peor es quedarte en casa lamentándote por lo que te ha pasado».

Y es que Luisa ha tenido que plantarle cara a la vida, sobre todo a cuatro problemas que le han venido cuando menos los esperaba. Problemas grandes, que solo se pueden resolver a base de mucha fuerza de voluntad, sin bajar la guardia en ningún momento, pensando en que tarde o temprano puede llegar la solución, por lo que hay que seguir luchando hasta que eso ocurra.

No te quedes en casa

«El primero aparece en 2013, poco después de jubilarme en febrero. Meses después me detectaron un cáncer de colon, por lo que en agosto entré en quirófano para ser operada. Ya ven ustedes, feliz con la jubilación, con más tiempo para dedicar a los míos, me diagnostican un cáncer... Afortunadamente, tras la operación, con el tiempo y con el tratamiento que llevé a cabo y mis deseos de vivir, el cáncer quedó atrás, puesto que no he vuelto a tener más problemas en ese aspecto. Pero, cinco años después, en 2018, me desperté una mañana con dolor en la pierna derecha, me miré en el espejo y noté que mi rostro se había desfigurado un poco. Luego intenté hablar y noté que lo hacía con dificultad. Ante esa situación, como pude, avisé de mi estado... Me ingresaron en el hospital y me dijeron que estaba sufriendo un ictus. Permanecí ingresada durante tres días y cuando abandoné mi habitación ya me encontraba bien. Y no solo eso, sino que no me ha quedado ninguna secuela: hablo perfectamente, igual que camino sin ninguna dificultad. Y por si faltara poco, en noviembre del año pasado falleció mi hija a causa de un cáncer de páncreas contra el que estuvo luchado durante un largo tiempo. En ningún momento estuvo sola y yo, siempre que pude, permanecí a su lado. Pero, por desgracia, falleció».

Tras una brevísima pausa, sigue con su relato sin necesidad de que le preguntemos nada. «¿Saben ustedes la diferencia que hay entre un cáncer y un ictus y cualquier otro problema que se te pueda presentar? Pues que el cáncer es sinónimo de muerte, mientras que lo demás es sinónimo de lucha y de superación. Contra el cáncer luchas, pero siempre pensando en que pueden ir las cosas a peor, contra lo demás luchas con la esperanza de que lo vas a resolver. Pero en ninguno de los casos debes de quedarte con los brazos cruzados, pensando que no hay solución. Y también en ninguno de los casos, si las cosas no salen bien, no debes de quedarte en casa llorando o quejándote, sino que debes de salir e intentar seguir viviendo», explica. «Y eso es lo que he hecho yo. Es muy duro ver morir a una hija, pero si te ocurre eso, pasa el duelo lo más rápido que puedas y a partir de ahí en adelante, mira la vida de frente. Lo mismo que cuando tienes un cáncer o un ictus. Si lo superas, como yo, procura afrontar la vida con optimismo, de lo contrario, si te quedas parada en casa, preocupada o lamentándote, será peor. Y lo digo por experiencia. Tienes que seguir luchando, por ti y por los que quedan a tu lado, hijos, nietos o bisnietos».

Otro problema

Reconoce que a estas alturas de la vida, y habiendo pasado por lo que ha pasado, «le tengo más miedo a un alzhéimer o a un párkinson, que a un cáncer o que a la misma muerte».

Como hemos dicho, su hija menor padece una discapacidad, «contra la que ha luchado asistiendo a cursos de Amadip. Gracias a esta institución, tras haberse formado en panadería y pastelería, ha encontrado un trabajo en una residencia para personas con discapacidad. Quiero decir con ello que, si tienes voluntad, si no te dejas vencer por el problema que tienes, incluso teniendo dificultades, lo superas».

Porque hay más. Si faltara poco, Luisa tiene otro problema que se ha traducido en que la casa que compró y pagó a costa de su trabajo, ahora pertenece al banco. «Ahora –dice en tono de broma–viviendo en ella me siento como una okupa… Porque me tengo que ir, puesto que ya no es mía, pero no tengo a dónde, por lo que sigo allí. Como si la estuviera okupando».

Y es que una de sus hijas compró una casa con un crédito que pidió a un banco, «crédito que yo avalé con mi casa. Pero como ella no pudo pagar las cuotas, el banco se ha quedado con mi piso». Pues bien, pese a todo, no tira la toalla ni va llorando por los rincones, sino que da pasos para ver cómo soluciona el problema. «Lo único que no tiene solución en esta vida es la muerte. Ahí se acaba todo. Por eso, mientras tenga vida, no pararé hasta dar con la solución, que no será otra que encontrar una casa que pueda alquilar. O que me la cedan… Cualquier cosa haré, menos quedarme con los brazos cruzados, lamentándome de la mala suerte que tengo o de lo que sea... Eso sí, a raíz de este problema, he llegado a una conclusión: jamás avales con tu casa un crédito».

De hecho, la otra noche coincidimos con ella en la presentación de un libro y en su apariencia no se reflejaban los problemas a los que se ha enfrentado y se sigue enfrentado. Era el reflejo de aquello de al mal tiempo, buena cara.

¿Que por qué contamos la historia de Luisa, luchadora hasta que sea necesario? Pues porque a veces se nos rompe el smartphone, o la tablet, o se nos borran las fotografías de postureo que nos hicimos anoche y nos enfadamos como si no hubiera un mañana. Por eso hoy hemos traído su experiencia a esta ventana: para que veamos que si ella puede, ¿por qué muchos de nosotros, ante pequeños problemas, nos rasgamos las vestiduras en vez de intentar resolverlos con actitud positiva?

Dicho lo cual, nos ausentamos hasta el 9 de abril. Disfruten de la vida y sean felices.