Rafa Martín, de Brassclub, elaborando una piña colada. | R.L.

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Lo confieso. Antes de chiflarme por la magia arrebatadora del pop británico, hubo un grupo en mi vida. Un grupo que invita a abandonarse en el optimismo irresponsable de sus letras; un grupo que me catapulta a una época de dulce recuerdo y es que subirse al carrusel de Hombres G es iniciar un viaje al frondoso vergel de la juventud. En aquellos días de música ligera y problemas triviales hice mis primeras incursiones en la noche, esa gran desconocida. Me recuerdo unido, como el cordón al zapato, a una piña colada. Refrescante, dulce, juvenil… este delicioso elixir tropical había conquistado el mundo, y yo no iba a ser la excepción. Pues bien, damas y caballeros: la piña colada cumple 70 años con una frescura impropia de su edad. Y quien mejor que Rafa Martín, de Brassclub, para compartir sus conocimientos sobre este cóctel.

Es la bebida favorita de actores como Jennifer Lawrence y Will Smith. Cremosa, bien fresquita y decantada suavemente sobre la copa hurricane, un recipiente alto y con forma curva que levanta pasiones. «Te aseguro que si paseas una bandeja con una piña colada por el local, alguien te pedirá otra en cero coma», desliza con ironía este barman con más experiencia coctelera que libros hay en la biblioteca de Alejandría. Hay quien asegura que su origen se remonta a Cuba, otros apuntan a Puerto Rico. «Su historia, como la de muchos otros cócteles, está bastante disputada. Sucede a menudo con los cócteles internacionales... Unos dicen que el pisco sour es chileno, otros que es peruano… y lo mismo con el daikiri…».

Aunque si hay que mojarse, el barman apuesta por esta versión: «Se decía que fue una mezcla que hacía un pirata en su barco, aunque no está documentada su procedencia exacta. En cualquier caso, la historia más cercana es la del famoso barman Monchito que la hacía en el Hilton Caribe de Puerto Rico en 1954, su jefe de bar le pidió crear una bebida que fuese representativa del Caribe y que gustase a muchos clientes. Se acababa de crear la crema de coco López, que es uno de los secretos de la piña colada. Monchito vio que tenía a mano el ron, la crema y la piña… los juntó y creó una bebida muy rica que entusiasmó a todos». De eso hace ya 70 años. Y en este tiempo no ha experimentado ningún cambio sustancial, conserva intacto su bouquet «dulce, largo y fresco».

Galas

Recuerdo aquellas galas de tarde a las que acudía con mis amigos y unas ganas feroces pero inocentes de ligar. El momento más esperado era la canción lenta, y con frecuencia esa canción era de Hombres G. Bajo sus acordes podía saborear unas migajas de deseo, podía sobrevolar el ‘objetivo’ con la torpeza de un aviador principiante, pero siempre con una piña colada. La otra rodeando la cintura -o quizá un par de centímetros más abajo- de mi acompañante. Disfrutaba del sabor de aquellos primeros besos furtivos mezclados con piña colada. Una piña colada cuya elaboración no entraña grandes misterios. «Cinco centilitros de ron, entre diez y doce de zumo licuado de piña, y dos más de crema de coco López. Como esta crema es muy difícil de encontrar, utilizamos jarabe de coco y leche condensada que da una cierta untuosidad, un puntito cremoso. Y no hay mucho más que contar», zanja mientras me acerca gentilmente la copa hurricane y con un gesto me invita a probarla. Doy un sorbo, al que sigue otro, y otro, y aún otro más largo… Al final creo estar en aquella escena de El gran Lebowski en la que, al son de The man in me de Bob Dylan, sobrevuelo la ciudad con los ojos entreabiertos a lomos de una alfombra, cual Aladdín, camino de alguna bolera onírica en la que me aguarda Julianne Moore vestida de vikinga…